Centroderecha: la república de las letras
Una recapitulación tendría que indicar como sigue. Hace ocho años, la centroderecha llegó democráticamente al gobierno, luego de medio siglo. Gestionó atinadamente, "24/7", con chaquetas rojas y números cuidados. El país creció. La administración y las finanzas y las cuentas sonaban bien. Pero, como dijo uno de sus dirigentes, "faltaba relato". Buena gestión no era buena política. Se olvidó la advertencia de Huidobro, "una nación no es una tienda". La incapacidad de comprender lo que estaba ocurriendo, condujo a que unas exigencias meritocráticas y de justicia, por educación, terminaran siendo la base de una movilización social difícilmente controlable, de la cual el gobierno no pudo reponerse ya más.
La elección siguiente la ganó una izquierda desvencijada y de rara conducción. Peñailillo y Dávalos fueron cara y sello de los tiempos. El fracaso político de la centroderecha se evidenció grave y triple. Primero, fue incapaz de dar continuidad a su gobierno, y se lo entregó a una taciturna Bachelet. Segundo, perdió posiciones, al punto que el escenario general del país se bandeó a la izquierda.
Tercero, quedó discursiva y políticamente en pampa, sin articulaciones conceptuales capaces de hacerle frente a sus adversarios ni ofrecerle caminos políticos de sentido al país. Entonces, la Nueva Mayoría pudo hacer avanzar sin grandes dificultades -más que sus torpezas- las reformas a las que se comprometió en su programa.
Hoy, el mal de la pura gestión parece persistir en cierta centroderecha. Mientras en la izquierda se exponen visiones político-ideológicas del futuro, en la centroderecha se sigue hablando muchas veces sólo de platas y administración. Si allá se componen los acordes del himno que se cantará en del país que advendrá, acá se discute el precio de las tubas y tambores. Allá el porvenir vibrante, acá las cuentas, allá el vate y la cantora, acá el "señor ricachón".
Pero hay síntomas de cambio. Existe -como en todas partes- una cohorte de banales. Pero también, especialmente en la generación más joven (aunque no sólo en ella) hay políticos que entienden e individuos que desde la academia o la cultura o las ciencias, intentan contribuir con sus capacidades reflexivas y conocimientos a la conformación de un discurso político a la altura de la época presente.
Tras un tiempo arduo de diagnósticos, de un trabajo extenso, poco bullicioso, ahí están los resultados. Se cuentan libros, artículos, seminarios, debates y documentos. Consta una "Convocatoria política", en la que se lograron poner de acuerdo los cuatro partidos de Chile Vamos; después, un "Manifiesto republicano"; más tarde, otro libro: "La mayoría de las ideas", que reunió a políticos y académicos independientes, de Evopoli, RN, la UDI
Esos esfuerzos conjuntos exhiben un destacable nivel de pluralismo. La incipiente rehabilitación emprendida, del entramado ideológico de la centroderecha, opera abriéndosele paso a todas sus tradiciones históricas: liberal, conservadora, nacional y socialcristiana. Se recupera así un acervo mucho más complejo que los remedos de derecha de Guerra Fría en los que se mantuviera atrapado el sector.
Tal proceso reflexivo tiene el desafío de poner a la vista nítidamente el trabajo de rearticulación que se ha efectuado en la izquierda y los cambios acontecidos en el fondo popular, de tal suerte que las elaboraciones discursivas puedan dar paso a una visión sofisticada del país, capaz de abrir, de manera pertinente y persuasiva, caminos de sentido para las próximas décadas y ser parteras de una centroderecha renovada, a la altura de su tarea.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile
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