En la sociedad, la política tiene un alto valor social, toda vez que entendamos lo que bien decían los griegos, padres por antonomasia del concepto «política». «La política, es el arte de servirle a la comunidad»; de donde se desprende en forma especial, la necesidad indeclinable por parte de sus líderes el prestar atención importante y desinteresada para que los ciudadanos que conforman la sociedad, sean tomados en cuenta y convocados, no solamente para participar en el juego de una elección, sino más bien para de verdad servirles como se debe, con calidad y pronta atención a todo cuanto el ciudadano necesite del Estado; en salud, educación, servicios públicos y lo que atañe a la infraestructura social, en lo que respecta a los poderes, ejecutivo, legislativo y judicial.
El espectro es amplio y denota mucha participación de todos los entes que conforman el Estado para la buena marcha de la sociedad y el equilibrio en la construcción del ente social con claridad en su desarrollo, sin caminar de espaldas a lo que la modernidad ofrece. La modernidad otorga a la política el papel fundamental de construir mediante la deliberación y la participación, un gran pacto social que lleve a obtener en la sociedad, orden, seguridad, pertenencia y sobre todo, credibilidad en las instituciones que conforman la democracia.
La experiencia muestra que en nuestro caso, no ha sido así; la política camina en sentido contrario a lo que se ha llamado participación y deliberación, creando mecanismos restrictivos, órdenes, que deben acatarse sin que los ciudadanos participen, tomen parte, deliberen y decidan; lo cual, lleva a mostrar cómo en la base de la política, se da una muy escasa participación y deliberación ciudadana, sin ningún valor agregado.
Más allá de las capacidades para crear visiones de futuro, el líder político debe ser un arquitecto social que entienda la organización y moldee la forma en que ésta funciona, comprendiendo el nivel de participación en su justa dimensión, llevando al podio del Estado, un verdadero plan estratégico basado en la planeación participativa, donde puedan quedar plasmadas las inquietudes de la comunidad; de esta manera, se empieza a aportar valor agregado generando calidad, armonía y bienestar para todos los asociados.
Si el comportamiento de la política es positivo, se obtendrá una democracia participativa con ribetes de dignidad y ética a todas luces gratificante, generando equilibrio social constructivo, lo contrario, mostrará un descontento social, que ensombrece el actuar ciudadano, transmitiendo desdén, desconfianza, inseguridad y ausencia de credibilidad en la política, como ha sucedido entre nosotros, cuando el valor agregado negativo dio al traste con empresas de prestigio, sólidas y fuertes, debido precisamente al afán desmesurado de saciar apetitos personales y familiares; lejos de ser unos verdaderos y auténticos conductores positivos de la sociedad, fueron inferiores al reto que les tocó vivir, para conducir con honor una ciudadanía de acrisolados quilates, forjados en el yunque de verdaderos prohombres de la política, con inteligencia y grandeza, quienes en su saber, sí le aportaron valor agregado a la política creando una ciudad de cultura, así como un departamento modelo en el concierto nacional.
Hoy después de un largo invierno, surge con fuerza una generación joven, abriéndose camino por el difícil y enmarañado sendero, deshaciendo entuertos y peleando contra aquellos molinos de viento, al estilo del Quijote, para construir de verdad una panacea política en forma positiva, en bien de la ciudad y del departamento, con parabienes sociales que permanezcan en el tiempo. Es así como estamos viendo una ciudad diferente, «la nueva Manizales», donde los recursos empiezan a verse en forma tangible, no sólo en obras de bien fundamentada estructura y de gran envergadura física, sino también en obras sociales de inmensa cobertura como nunca se había realizado en la salud, la educación, las vías, la vivienda, la recreación y el esparcimiento.
De esta manera, se le aporta valor agregado positivo a la política, generando acciones de firmeza y tomando decisiones reales en favor de aquella sociedad que en un momento supo dar su voto por un mejor bienestar y una mejor proyección ciudadana. Esta misma sociedad tiene y debe pensar muy bien con responsabilidad, a quién va a respaldar en las próximas elecciones, cumpliendo a cabalidad con el sagrado deber de votar a conciencia, eligiendo a los mejores para representar a la ciudadanía en las altas esferas públicas, para una sana y pulcra conducción de los diferentes entes territoriales.
En el afán de la política con sentido positivo, con alto valor agregado y constructivo, es preciso recordar a Martín Luther-King, hijo, cuando expresa: «Nadie podrá montársenos encima si no encorvamos la espalda».
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