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Wednesday, February 17, 2016

RSE:ELENA MAÑAS PRINCIPIOS DE RESPONSABILIDAD SOCIAL & ESTRATEGIAS DE NEGOCIOS

Los principios de la Responsabilidad Social deben formar parte de la estrategia de negocio


Elena Mañas,

directora de la Cátedra de Responsabilidad Social Corporativa de UAH

Elena Mañas16/02/2016

Hace casi una década la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) creó la Catedra de Responsabilidad Social Corporativa al entender que la RSC s un aspecto básico del negocio de las empresas y, por ello, es necesario integrarla en los procesos de toma de decisiones estratégicas. Bajo la dirección de Elena Mañas, las principales actividades de la Cátedra son en la formación, la investigación, la divulgación científica y la transferencia de resultados de la investigación.

La Cátedra de Responsabilidad Social Corporativa de la UAH nace hace ocho años. ¿Con qué objetivo?
Hace ocho años se estaban dando en España los pasos incipientes de la Responsabilidad Social. Y en ese momento la Cátedra nace del convencimiento, que tiene tanto la Universidad como las entidades patrocinadoras, de que la Responsabilidad Social está llamada a ser un elemento imprescindible de cara a la sostenibilidad y a la competitividad de las organizaciones y que, por tanto, tiene que ser algo fundamental que esté en la base de la actividad general de cualquier organización.

Así pues, el punto de partida es tratar de crear cultura y conocimiento en el ámbito de la Responsabilidad Social  y, además, difundirlo y formar a nuestra sociedad en su conjunto en este terreno para tratar de encaminarnos realmente hacia un futuro que sea sostenible para todos, para nosotros y para las futuras generaciones.

¿Cuáles son las actividades principales de la Cátedra?
Entre sus actividades fundamentales está la investigación y en este terreno estamos impulsando, y de hecho ya tenemos caminando, varias tesis doctorales en temáticas muy diversas del ámbito de la Responsabilidad Social. Estas tesis doctorales, junto con otros proyectos que se están poniendo en marcha, forman parte de esa necesidad de conocimiento, pero sin duda la investigación no puede quedar encerrada en quien la genera porque  sino no tiene utilidad. Nosotros queremos ser útiles para ayudar a generar unas empresas mejores, unas organizaciones más responsables y más competitivas, y para lograrlo es necesario difundir y transmitir conocimientos y, sobre todo, formar a los profesionales, tanto de ahora como los del futuro.

Creo que nuestros profesionales no podrán competir en un mercado global si no tienen esta formación y esta constitución de valores que supone tener un comportamiento social, responsable y de valor compartido que al final es lo que buscamos promover. Por este motivo hemos lanzado la séptima edición del Máster en Gobierno Responsable y Gestión Sostenible de las Organizaciones. Se trata de un máster reputado en la materia y con una larga trayectoria que lo convierten en una de las pocas referencias que hay a nivel nacional.

¿Qué perfil de profesional es el que se forma en el ámbito de la RSC?
La Responsabilidad Social no es un elemento adicional al negocio. Para que realmente podamos caminar hacia algo sostenible, duradero y beneficioso para todos, las empresas incluidas, tenemos el convencimiento de que los valores y principios de la Responsabilidad Social deben formar parte de la propia estrategia de negocio. Por lo tanto, el perfil del alumno del Máster en Gobierno Responsable y Gestión Sostenible de las Organizaciones no  son solo las personas que están trabajando en el ámbito concreto de la RSC sino también los propios directivos de las empresas.

No es nada fuera de lo normal pensar que los directivos quisieran y pudieran tener formación en este sentido, entre otras cosas, para tener una mejor comunicación con los departamentos de Responsabilidad Social y para que se puedan comprender mejor. Y viceversa, que las personas responsables de estas áreas hablen el mismo lenguaje de los Consejos de Administración y de los directivos que toman las decisiones.

¿Por qué?
Porque no tiene sentido pensar en una estrategia que no sea compatible con la visión del negocio de la empresa y por ello tenemos que combinar la relevancia de ambas cosas. El objetivo de la empresa no debe ser únicamente generar beneficio y mejorar el valor para los accionistas a corto plazo, sino que tiene que ser mejorar, en términos generales, tanto el negocio como el entorno que le rodea, empezando por todas las personas que forman parte de esa organización y por supuesto el entorno en el que se desenvuelve. Tiene que haber una generación de valor en las dos direcciones porque esto es lo único puede garantizar la supervivencia de la empresa y que va tener unos resultados en el medio y largo plazo.

Esta es nuestra visión de la cuestión y por ello consideramos que la persona que se forma en Responsabilidad Social tiene que tener una formación en estrategia empresarial, en comunicación, en liderazgo… porque de alguna manera tenemos que hablar en el mismo lenguaje que el negocio para que se nos entienda y para que realmente en el núcleo del negocio considere que esto es algo realmente esencial y que no es una moda. Como novedad este año, el máster está dotando a nuestros alumnos de herramientas comunes a la gestión empresarial para que les permitan hablar un lenguaje similar y, por tanto, poder llevar adelante planes de Responsabilidad Social que sean más útiles para las empresas y , al final, más beneficiosos para todos.

Cada vez más se está hablando de negocio responsable y que la RSC es un elemento transversal… ¿Esta idea se está trasladando a la realidad?
Estamos yendo en esta dirección, pero no de una manera tan generalizada. La Responsabilidad Social debería formar parte de la cultura empresarial y, por tanto, capilarizarse en todos los terrenos.

Para lograrlo, ¿cómo se debe estructurar el departamento de RSC?
Más allá de la forma en la que cada compañía estructure esta idea de negocio responsable, lo principal es que llegue al corazón de la empresa. Es cierto que la creación de un departamento específico de RSC que reporte directamente a los Consejos de Administración o al director general ya dice mucho, pero queda mucho por recorrer en este ámbito. Por lo que deduzco por conversaciones con responsables de RSC, tengo la sensación de que todavía necesitan verse mucho más involucrados o escuchados en todos los ámbitos y que no parezca que es un departamento independiente o aislado que lleva a cabo una serie de acciones, pero que no entroncan con ese modelo de negocio responsable.

¿Cómo debería ser un plan de Responsabilidad Social ideal?
Si por ideal entendemos que debe tener una determinada forma no existe porque cada empresa tiene su propio modelo de negocio, unos valores diferentes y pone el foco en un determinado objetivo. Por otro lado, las personas que forman parte de la organización tampoco son iguales y, por último, las empresas no se desenvuelven en el mismo entorno social, normativo… Pero la clave o el principio común que debe regir ese plan ideal, y que precisamente es lo que echamos de menos, es que la Responsabilidad Social no se vea como un ámbito complementario del modelo de negocio.

Es cierto que la Responsabilidad Social empieza como un elemento adicional al negocio de la mano del voluntariado y de la acción social. Creemos que aun siendo éste un aspecto importante, que está muy bien que exista y se promueva porque genera efectos muy beneficiosos para el conjunto de la sociedad, la Responsabilidad Social debe ir más allá y debe estar perfectamente integrada desde la toma de decisiones hasta todo el conjunto de los empleados y que incluso afecte a la cadena de suministro porque la eficacia de la Responsabilidad Social de una compañía puede ser pequeña si sus proveedores van en una dirección totalmente opuesta.

Cada vez más la comunicación de las empresas busca poner en valor su estrategia en Responsabilidad Social. ¿Qué opinión le merece esta tendencia?
En este momento los tradicionales departamentos de marketing ven que las acciones tradicionales de comunicación se han quedado cortas. Ahora ya no solo se trata de parecer, sino que primero tenemos que ser y luego ser capaces de que nos crean, y efectivamente cada vez hay más organizaciones que se están preocupando de actuar en este terreno. Ahí entra en juego el pilar de la buena comunicación, pero no basta con convencer con el discurso sino que tenemos que convencer con hechos y ésta es la parte difícil.

En los últimos años se ha hablado mucho de la Responsabilidad Social, aunque creo que la crisis se ha llevado unos años muy valiosos en los que podríamos haber hecho más avances. En los años previos a la crisis se pudieron dedicar recursos a indagar un poco más en cómo se mide el impacto que la Responsabilidad Social tiene en el negocio porque esta es la manera de convencer a los responsables de las empresas. Es en este terreno donde tenemos que poner todo el esfuerzo desde las cátedras de investigación y las universidades. 

La responsabilidad como estrategia de diferenciación

Hace 50 años, la eficiencia en los procesos y la reducción de costes era el elemento central de la gestión empresarial. Esta preocupación cedió en los últimos 30 años para preocuparse por la calidad de los productos y servicios como nueva vía de competir en los mercados. Pero en los últimos años, las empresas tienen que desarrollar la parte de los intangibles, de la innovación y de la gestión de personas para poder ser competitivas en un mundo globalizado.

En la actualidad, las empresas más exitosas tienen modelos de gestión que no responden a los modelos piramidales tradicionales. La innovación ya no radica únicamente en la tecnología sino que está en los procesos y en las formas de dirigir, de liderar, de gestionar intangibles… y precisamente la Responsabilidad Social ofrece ese capital social tan importante ahora para poder competir en los mercado


Saludos
Rodrigo González Fernández
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RENUNCIA OPERADOR POLITICO DE BACHELET EN LA MONEDA

Cristián Riquelme renuncia al cargo de administrador de La Moneda

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Pablo Ovalle | Agencia Uno

Pablo Ovalle | Agencia Uno

Publicado por 
NOTICIA EN DESARROLLO...

El hombre de confianza de la Presidenta Bachelet decidió presentar su renuncia al cargo de director administrativo de La Moneda tras la notificación de Contraloría de investigar las compras por trato directo realizadas bajo su permanencia en el cargo.

El ministro del Interior, Jorge Burgos, informó de la decisión del ingeniero industrial trassuspender sus actividades en la región de Los Ríos.

"El director de la división de Administración de la Presidencia de la República, señor Cristián Riquelme, ha tomado la decisión de renunciar a su cargo", anunció Burgos.

El secretario de Estado agregó que la renuncia se "formalizará por escrito el día lunes, cuando vuelva de su feriado legal".

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Burgos afirmó que no conoce en detalle los motivos de Riquelme, diciendo que "no corresponde que yo haga especulaciones de esa naturaleza". Ante la posibilidad de que la salida se viera motivada por el sumario iniciado por Contraloría, el ministro se remitió a señalar que "todos estamos sujetos a la posibilidad de que el organismo contralor (…) determine una investigación sumaria".

"Creo que es bueno que haya renunciado, es positivo", aseguró Burgos, agregando que "aquí no estamos en presencia de ninguna acusación concreta".

Fuente:BIOBIO

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EL LIBERO : #OPERADORPOLITICO DE LA MONEDA ES EL ADMINISTRADOR DE LOS ACTIVOS Y SECRETOS DE PALACIO

Las columnas de opinión son presentadas por Postgrados UAI

Cristian Riquelme, administrador de La Moneda
Las razones son más que evidentes, atendibles y justifican la estrategia de La Moneda.
Publicado 16.02.2016
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En las últimas semanas han surgido toda clase de clamores transversales a nivel político para cesar de sus funciones a Cristián Riquelme, el administrador de los activos y secretos más recónditos de La Moneda. A las consabidas acusaciones que lo vinculan con Caval y al gestor inmobiliario Juan Díaz, y con el controvertido formateo del computador de Sebastián Dávalos, ahora se suma su premeditado ocultamiento de información patrimonial y de intereses amparándose en la ley 16.628.

Pero ¿qué hace que en medio de tanta vociferación pro-transparencia y de la creciente pléyade de seguidores de Engel (proveniente sobretodo, y cual paradigma de fariseísmo, de buena parte del Parlamento y partidos políticos que hoy están en el ojo del huracán de la probidad), el gobierno de Bachelet se niegue a deshacerse de uno de los últimos estertores de peso de la G-90 de Peñailillo y sus prácticas oscuras en el gobierno? Las razones son más que evidentes, atendibles y justifican la estrategia de La Moneda.

En primer lugar, Riquelme y su posición estratégica en la campaña de Bachelet lo hacen una pieza sumamente peligrosa para el gobierno y la Presidenta en la arista SQM de financiamiento ilegal de la política. Más peligrosa incluso que el mismo Martelli, toda vez que el actual administrador de La Moneda habría operado como uno de los principales conductos para recibir los aportes de SQM canalizados a través de la sociedad de Giorgio Martelli, AyN. Por lo tanto, el cesarlo de sus funciones y dejarlo a merced de la Fiscalía y comisiones investigadoras del Parlamento, sin el respaldo formal, político e institucional del Ejecutivo, podría describir un camino sin retorno para vincular directamente a la Presidenta en dicho escándalo. No sólo al nivel de revelarla como eventual facilitadora de boletas ideológicamente falsas (misma acusación que hoy recae sobre ME-O o se intenta vincular a Piñera). Sino de generar un vacío de poder y legitimidad de la política y las instituciones que la representan sin precedentes.

Segundo, no existe la necesidad formal ni legal de hacerlo. Tal como lo han manifestado de forma majadera diversas autoridades de gobierno, al señor Riquelme no se le puede abrir un sumario, pues no existen antecedentes legales, ni requerimientos jurídicos de ninguna especie para ello. Y lo más probable es que tampoco los haya. Esto, si se sigue la tesis de algunos de los políticos no oficialistas más afectados por las aristas que abrió el caso Penta, que señala que en la tan negociada nominación del actual Fiscal Nacional, probablemente se establecieron algunas precondiciones y premios de consuelo como para no tocar a personajes y campañas emblemáticas de la Nueva Mayoría beneficiadas con financiamiento ilegal.

Tercero, y desde un punto de vista estratégico-comunicacional, la posibilidad de prescindir de los servicios de Riquelme tendría que haberse gestado y negociado convenientemente con los primeros coletazos en La Moneda del caso Caval y SQM. El hacerlo ahora, además de extemporáneo, sólo revela culpabilidad y deja en muy mal pie a la Presidenta.

Por último, y desde un punto de vista ético y su consiguiente valoración y repercusión ciudadana, la evidencia señala que tampoco existe una justificación que amerite relevar de sus funciones a Riquelme. En unas semanas políticas caracterizadas por el escándalo de este prócer de la G-90, la valoración de la Presidenta y la gestión de su gabinete registran un alza en la última encuesta CADEM. Esto coincide con recientes estudios que demuestran que si se hace un track mensual de las mediciones de CADEM, las áreas de gestión del gobierno valoradas por la ciudadanía que más se relacionan con la aprobación presidencial son la economía, salud, educación y delincuencia. En los últimos lugares aparece la gestión de la corrupción (Portales, 2015, 2016). En esa línea, quienes más castigan hoy a Bachelet son los segmentos más vulnerables ante los vaivenes económicos, el drama de la delincuencia y las promesas incumplidas de cambio material estructural a nivel de salud y educación.

Todas estas razones parecen entonces más que suficientes para explicar por qué Bachelet no puede y debe deshacerse de Riquelme.

 

Juan Cristóbal Portales, Director Magíster Comunicación Estratégica UAI.

Fuente:

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EL MOSTRADOR: Cristián Riquelme, la G-90 y los 'jaleros' del poder

Un interesante análisis de Edison Ortiz en El Mostrador que traerá consecuencias poíiticas y afectará a la Red de #Operadorespoliticos de la Nueva Mayoria y Bachelet

Opinión

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por  17 febrero 2016

Cristián Riquelme, la G-90 y los 'jaleros' del poderLa noticia es que empresas ligadas al administrador de La Moneda facturaron más de 417 millones de pesos al fisco, lo que se suma a los 570 millones en propiedades originalmente omitidos en su declaración de patrimonio y a su cuestionado rol en el Caso Caval. Pero detrás está la historia de una generación, la G-90, que se convirtió en la nueva burguesía fiscal.

Un ex presidente socialista, que fue clave en la renovación de la colectividad, que ayudó a fundar el PPD pero que al momento del quiebre se quedó en el PS, percibió tempranamente que sus escuelas de formación política –auspiciadas por Lagos, Bitar, Vidal y Cía.– se habían transformado a mediados de los 90 más bien en cursos de capacitación donde se formaban los futuros jefes de gabinete de alguien. Ese fue el espacio donde estos muchachos hicieron su primera militancia, desprendidos ya del ethos del cambio social de los 60 o de la lucha contra la dictadura de los 80.

Riquelme es otro de esos personajes del Estado con los cuales estamos ya familiarizados en provincias desde que los parlamentarios destruyeron a sus partidos.

Es el pillo de provincia que como intendente presiona a sus seremis para orientar las licitaciones en un determinado sentido o que vota contra su comunidad, como acaba de ocurrir en O'Higgins, voto que resultó decisivo para instalar una nueva chanchera en la región pese a la oposición de toda la comuna; es el Seremi que se cambia de partido sin problemas y siempre siguiendo la orientación del parlamentario que lo puso; es el chico listo que rápidamente se compra una casa millonaria y que luego hace que sus arreglos, jardines e, incluso, inauguración, sean con cargo al presupuesto fiscal; es la gobernadora que con dinero público le amplía el jardín a su hermana o el gobernador que cobra el 25% por proyecto asignado; incluso el presidente del PS que es a la vez Core y funcionario gubernamental y que recibe un sueldo millonario por no fiscalizar al Gobierno, función para la que fue elegido.

Son los chicos disciplinados que escuchan y obedecen sin preguntar ni hacer objeciones. Casi todos formados en universidades de segunda, que jamás han escrito un paper ni se hicieron conocidos por defender alguna tesis política.

Por el contrario, en esas escuelas de formación, que pretendían llenar el vacío que dejó la destrucción de las colectividades políticas para copar con gente afín los cargos intermedios del Estado, aprendieron rápidamente de sus mentores que el fisco era un muy buen espacio para alcanzar una mejor vida. No solo por el sueldo que podían alcanzar –muy superior a cualquier otro que pudiesen lograr en el mundo privado, dada su experticia–, sino también, y esto era lo más prometedor, por la posibilidad de adjudicarse contratos millonarios con palos blancos entremedio. Entonces, se pusieron como locos a formar empresas de papel con nombres pomposos, pero al fin y al cabo bastante flaites, como Harold's & Johns Business and Law, Greentec, Socoar o Spa. Total, el nombre daba lo mismo.

Y es que estos muchachos, respecto del Estado, son más totalitarios que el mismísimo Stalin: perciben, con mucho tino que, dado su nivel de competencias, así como una arraigada cultura transversal del pituto, es imposible tener éxito en otra parte. De allí su apego al papá fisco de esta sensata, astuta y provinciana pequeña burguesía.

Hace casi exactamente dos años habían alcanzado la cúspide de la gloria, saltando en un breve lapso desde el núcleo duro y anónimo de la campaña a puestos de primera responsabilidad en el Estado.

Bachelet, entre las dos opciones que tuvo para conformar su primer gabinete –uno de coalición y otro personalista–, optó por la segunda para comprometer al máximo la realización de las reformas ofrecidas pero, al mismo tiempo, asegurándose que, en caso de dificultades, pudiera desprenderse fácilmente del mismo sin pagar mayores costos.

Era la nueva burguesía fiscal, cuya postal representaba bastante bien la G-90, alma de la nueva generación de políticos que alcanzaba el poder y que, como lo dijimos anteriormente, "le encantaba vivir cerca del Presupuesto y lejos del frío" de la sociedad civil. Pasaron, en apenas una década, de estafetas, chaperones, damas de compañía, confidentes, hombres del maletín y "yes men", a senadores, diputados, ministros, subsecretarios, intendentes y gobernadores.

Ocupaban, ahora puestos clave y relevantes en el Estado. Fue entonces cuando cambiaron de look, de amigos y, a veces, también de sastre. Sebastián Dávalos –identificado por edad y ethos pero no por simpatías con este grupo– obviaba las críticas por su designación y se defendía cuestionando lo chaqueteros que somos los chilenos. Por entonces, declaraba a revista Capital que "lo mío tiene mucho más de vocación y menos de ambición personal…".

Con posterioridad, cerrarían su proceso de toma del poder al interior de la coalición instalándole algún jefe de gabinete a uno que otro despistado ministro, un intendente o gobernador afín y a cuanto Seremi y Jefe de Servicio les aguantaron.

Como sabemos, lo suyo no eran los papers ni las tesis sobresalientes al estilo Raúl Ampuero, Eugenio González o Ricardo Lagos, que les permitieran, como había sido costumbre en la izquierda chilena, lograr el reconocimiento de la elite progre, condición sine qua nonpara hacer luego una flamante carrera política. Lo suyo era más tangible y real: perfeccionar la tecnología del poder de Bitar, Vidal, Escalona, Letelier y otros, aprendida en piezas oscuras y elecciones internas donde ágilmente asimilaron de sus líderes que la democracia era una metáfora para ilusos, un juguete para el sesudo análisis en facultades universitarias de unos frustrados teóricos sin ningún acierto concreto. Constituyeron, entonces, cofradías con ritos de iniciación, pactos de sangre o de silencio, tal cual como sucedió con la G-90.

A su vez, también conocimos rápidamente a sus soldados, que ocupaban puestos intermedios, pues nos informaban en sus Facebook sobre sus actividades de finde: estadías en centros vacacionales, viajes al exterior y asistencia a megaeventos. A diferencia de las viejas generaciones de militantes que desde jóvenes hicieron trabajo social los fines de semana o en verano, costumbre que luego continuaron rutinariamente en el Estado, este nuevo grupo social no cargaba con ese lastre y esa loca vida. Ellos, por ningún motivo harían el servicio militar ni menos le dedicarían su vida a la revolución. Lo suyo era el buen pasar: bastaban un buen padrino y mucho dinero.

La fama es efímera... el encanto del poder permanente

Enseguida el hechizo del poder esfumó cualquier crítica y persuadió tempranamente a no pocos ex líderes concertacionistas –la vieja guardia– sobre las bondades de Los Pistoleros, y su jefe. Ellos también podían elevarse, ahora, a la condición de estadista. El entusiasmo alcanzó hasta a algún analista que no solo repitió las virtudes y el don de mando de los nuevos dirigentes sino que además se convenció de sus atributos intelectuales y académicos. Es la época en que algunos elevan a Peñailillo a la condición de presidenciable y no son pocos los que simpatizan con su origen provinciano, pese a las tempranas advertencias respecto del doble juego de la nueva burguesía fiscal.

Es que el poder es una droga dura y sus jaleros siempre resultan ser adictos reincidentes.

Y aunque en enero de 2015 creyeron estar en la cúspide definitiva –el Ejecutivo había cerrado muy bien un complejo 2014: aprobación de la reforma tributaria, de la ley de Inclusión y del fin del binominal y el hundimiento de la derecha a través de Penta–, cuyo broche era una Presidenta que, después de seis meses con una caída sostenida, volvía repuntar, aproximándose al umbral del 50% de popularidad, y se aprestaron entonces a destapar espumante antes de tomar vacaciones, lo cierto es que la administración y, junto con ella, la nueva burguesía, venían presentando serias fallas estructurales.

Para empezar, ya en octubre de 2014, el partner de Peñailillo en la precampaña, Giorgio Martelli, dijo –como presintiendo lo que se le venía encima– que "uno de los aportes que se deben hacer en la política es no tener pudor con el dinero, lo que es un estigma de la centroizquierda". Y remató señalando que "si el aporte es transparente, las empresas no van a colaborar". Había estallado Penta y una boleta iba directo a SQM y el diputado José Antonio Kast tempranamente apostó al empate: "Es una situación transversal que afecta a todos los partidos políticos y no corresponde que se apunte a un solo sector".

En rigor, también, una parte significativa de la dirigencia histórica oficialista era consciente de la rotura de cañerías –ya no había programas estrellas como Chile Crece Contigo y con espasmo se constataba cómo Mideplan estaba sumido en el más absoluto abandono–.

La fatiga de material se observaba en los cuadros de gobierno a todo nivel y su manifestación gráfica eran, por ejemplo, los desaguisados en los nombramientos en distintos niveles de la administración. La cartilla de requisitos exigibles que repartió en intendencias el efusivo subsecretario Aleuy no la cumplían ni sus propios muchachos y tuvo como corolario que intendentes, gobernadores y jefes de servicio alcanzaran una fama efímera por sus causas judiciales, sus fichas de protección social y sus dudosos atributos profesionales y éticos.

Ello se prolonga hasta hoy, con lo sucedido a la renunciada asesora de prensa de la Segegob; la frustrada celebración del subsecretario Faúndez con dirigentes vecinales en un carísimo hotel capitalino que el ministro Barraza pudo detener a tiempo, antes que se transformara en otro bochorno de fin de año; la controvertida salida del Director del Injuv; las declaraciones de la subsecretaria Vodanovic en el contexto del paro de los funcionarios de la Aeronáutica Civil o las permanentes declaraciones del dúo Dávalos-Compagnon, seguidas siempre por la sinfonía de fondo de su ex jefa de gabinete, Erika Silva, quien siempre parece querer competirles en superar su propio récord de desatinos comunicacionales; la permanencia en sus cargos del subsecretario Frey y del jefe de Estadio Seguro –el extraño señor Roa, cuñado del ex ministro Elizalde– después del bochorno de la final del fútbol. El broche de oro es ahora Cristián Riquelme y sus contratos con el fisco.

Es que estos muchachos, respecto del Estado, son más totalitariosque el mismísimo Stalin: perciben, con mucho tino que, dado su nivel de competencias, así como una arraigada cultura transversal del pituto, es imposible tener éxito en otra parte. De allí su apego al papá fisco de esta sensata, astuta y provinciana pequeña burguesía.

No obstante, la dirigencia prefirió brindar antes de partir de vacaciones, haciendo caso omiso de los nubarrones que amenazaban el prometedor cielo azul de la Nueva Mayoría, tras lo cual un sol resplandeciente anunciaría el inicio de una nueva era de justicia e igualdad. Entonces, antes de vaciarse las copas, llegó el 6 de febrero y Caval. El viernes negro de la nueva burguesía.

El desplome

Ya sabemos cómo se precipitaron los hechos y cómo Caval hizo añicos no solo la popularidad hasta entonces incombustible de la Mandataria sino que también echó a pique el discurso gubernamental sobre la justicia y la igualdad. En apenas un mes su aprobación llegó al mínimo conocido y más del 80% de los chilenos no creyó sus palabras cuando señaló que "se había enterado por la prensa" de la incómoda situación que afectó a su hijo y a su nuera. El caso, además, quebró al grupo hegemónico en el Estado y se hicieron cada vez más explícitas las diferencias entre Dávalos y Peñailillo, al punto que la permanencia del primero en La Moneda se hizo insostenible, renunciando el viernes siguiente a su cargo ad honórem.

Pero Caval no sería el último tiro de gracia a este ascendente equipo: vendría luego una arista de SQM que, por más que Peñailillo intentó detener a tiempo, le estalló en la cara.

Luego de múltiples rumores y de un fallido plazo –las famosas 72 horas– en mayo de 2015 la Presidenta decidió hacer una cirugía mayor a su elenco y dejó caer al equipo que la acompañó durante la campaña. Una nota de La Tercera de fines de mayo sintetizará muy bien el descalabro de aquella generación: "Ahora nos apuntan con el dedo y nos tratan como delincuentes por esto que hoy llaman precampaña. Como si no fuera lo mismo que se hacía antes. Nosotros nacimos como sector viéndolos hacer sus precampañas".

Se inicia su debacle y es precisamente Burgos, un viejo rival, quien comienza el ajuste de cuentas con ellos sacando a varios asesores de La Moneda. Luego, les llegará el turno a otros: Harold Correa abandona el Mineduc y Adolfo Galindo deja de ser el jefe de gabinete de la ministra de Minería y, junto a Gabriel Sepúlveda, son castigados en puestos de menor relevancia en la misma cartera; Nicolás Cruz, también es despedido de Cultura y solo sobreviven en sus cargos Juan Eduardo Faúndez; el cuestionado Riquelme, quien –según el diputado Castro– se mantiene en La Moneda solo "porque sabe cosas"; Carlos Henríquez, de la Agencia de Calidad; José Guerra y Carolina Cucumides, esta última gobernadora de Colchagua.

Fue en torno a esas fechas que sus miembros empezaron a acusar ser objeto de "persecución", de "desprecio y distancia" en el oficialismo. Fueron aquella soledad y sensación de abandono las razones que motivaron el inicio de la búsqueda de nuevos padrinos en el PPD.

Y fue de este modo que los mismos motivos por los que accedieron a la cúspide del Estado –"constituyeron entonces cofradías desde las cuales tendieron redes, formaron empresas (en especial de asesorías y gestión de servicios subsidiados) y comenzaron a buscar acercamientos y alianzas con el mundo empresarial tradicional, especialmente el que depende de actividades con fuerte regulación pública"– resultaron ser irónicamente los que, después, provocaron su desplome.

Nunca digas lo que piensas a alguien que no sea de la familia

Si bien la nueva burguesía fiscal era transversal y heterogénea, no cabe duda que la G-90, fue su blasón. Los Pistoleros o la Generación del Maletín, como desdeñosamente los llamaban en el PPD, comenzaron en off a hacer circular rumores sobre la Presidenta por su traición a Peñailillo y amenazaron con ajustes de cuentas si seguía la persecución. Aunque en público y como acostumbran, continuaron comprometiendo su más estricta lealtad y reafirmando su pacto de silencio con ella, no así con el resto Gobierno.

Tal silencio, sospechoso o cómplice, posibilitó la difusión de los más inverosímiles rumores: que era el símbolo de su lealtad a la Presidenta, según algunos; una amenaza velada y permanente sobre Bachelet, para otros. La frase que bien puede reafirmar esa explicación está en la respuesta que ofreció a Sabas Chahuán el propio Peñailillo, quien –como si se tratara de un diálogo extraído de El Padrino– respondió de esta manera cuando fue consultado sobre si sus viajes a Nueva York eran para reunirse con Bachelet: "A sugerencia de mi abogado no voy a contestar esa pregunta". En tal sentido la estrategia del silencio resulta ser nada más que una velada táctica –una espada de Damocles– sobre La Moneda, con el fin de mantener a raya a sus adversarios en el Ejecutivo y, a la vez, mantener algún nivel de presencia en el Estado.

Aunque tal diseño tiene un pero: está todo tan revuelto que, por más acuerdo para no formalizar a Peñailillo, lo cierto es que la situación insostenible de Longueira hará que la UDI pida sangre por sangre:¿será el ex hombre fuerte el cordero que ofrecerá La Moneda para saciar la sed gremialista y Riquelme el siervo sacrificado para calmar el descontento oficialista? No lo sabemos.

Por ahora, la preocupación mayor de la G-90 sigue siendo cómo zafar del lío judicial en que están sumergidos su líder y algunos de sus miembros, para reaparecer en gloria y majestad como adalides del candidato del orden Ricardo Lagos, después de haber encarnado el espíritu reformista. Como lo dijo ya alguien: "Se irán con Lagos, luego de haber sido las sanguijuelas de Bachelet". O tal como lo señaló el diputado Castro: "Ellos traicionaron la confianza que les dio la Presidenta y terminaron siendo una banda de trepadores, que querían tener el control del Estado y en algunos casos incluso con una recaudación de dinero poco clara".

Pero tampoco hay que crucificarlos: estos chicos son lo que los dirigentes de la transición hicieron de ellos.


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