Una conmemoración con olvidos
Juan Emilio Cheyre
Director Centro de Estudios Internacionales UC
La semana pasada, en Monte Aymond, las presidentas de Argentina y de Chile, junto a delegaciones oficiales y un delegado de la Santa Sede, se reunieron para conmemorar la "Mediación Papal". Concuerdo y valoro el reconocimiento realizado a quienes sortearon una crisis que tuvo a Chile y Argentina a horas de una guerra. Éste se produce a 30 años de la intervención de S.S. Juan Pablo II en el conflicto provocado por Argentina al declarar "insanablemente nulo" el laudo arbitral de SM británica. Sin embargo, para cimentar una historia en común y hacer justicia a quienes lograron la paz, con visión de Estado y la generosidad de dos naciones hermanas, debió actuarse a la altura de esta gesta.
Los pueblos que construyen futuro están obligados a hacerlo con atenta mirada y fiel respeto a la verdad histórica alejada de toda visión personalista o carga ideológica.
Los hechos y las noticias demuestran que lamentablemente no fue así. La Presidenta Fernández hizo una interpretación de los hechos carente de rigor, al menos en la causalidad del conflicto atribuido a Chile. Además, incurrió en el agravio de opinar acerca de la política exterior y el quehacer histórico chilenos, lo que es inaceptable.
Por nuestra parte, en los discursos oficiales hubo grandes ausentes. La verdadera historia exige dejar atrás el antagonismo o franco desacuerdo (legítimo para otros temas) con quien fuera actor decisivo en estos acontecimientos, el Presidente de la época, general Pinochet.
Tal como se ha dejado constancia de todo lo objetable, aquí sólo cabe destacar cómo la acción del gobierno de la época y de toda la sociedad chilena fue impecable y fundamental para lograr la paz y dar apoyo al juicioso mediador que, sin dichas actitudes, habría tenido barreras insalvables, dado el actuar de las autoridades argentinas.
Faltaron en la foto los pocos actores vivos de un selecto grupo de hombres y mujeres que defendieron con inteligencia los intereses chilenos, sin descuidar la sabia e incansable prudencia para enfrentar el complejo cuadro que presentó la contraparte argentina. Una indirecta y muy justa alusión al ex canciller Cubillos fue el único reconocimiento explícito a un equipo que merecía ser recordado y haber estado presente.
Finalmente, los uniformes, aunque muy bien representados por los mandos de las FF.AA., fueron escasos, y tampoco recibieron mayor mención. Hace 30 años, miles de nuestros soldados se elevaron como héroes de la paz y cumplieron en sacrificada reserva la tarea más compleja para un militar, marino o aviador, cual es defender la soberanía evitando la guerra. Justo habría sido darles el sitial e importancia que merecían en la gesta que se recordaba; ellos dieron silente respaldo a nuestra diplomacia.
Los países necesitan -en estos y otros temas de similar naturaleza y complejidad- asumir su verdad más allá del precio que implique para la autoridad temporal que deba hacerlo. Ese actuar trae costos asociados que, creo, deben ser asumidos por quien ostenta el poder y, por tanto, el deber de dar completo testimonio. Lamentablemente no es la tendencia imperante.
En suma, una celebración con sabor a olvido y a mezquindad. Para que nunca más vivamos la crisis, el odio y sus efectos que nuestra sociedad experimentó, es exigible la consecuencia, el apego a la verdad y un sincero respeto al otro. Me parece que no fueron las características en la ceremonia de Monte Aymond.
Debemos evitar caer en lo que Orwell expuso en su obra 1984: "Hay que manipular el pasado, hacerlo inexistente si es necesario".
Para Chile es imperioso y factible construir una visión de futuro en temas internacionales y en los asuntos que como sociedad aún nos dividen. Hoy las propuestas políticas que se preparan constituyen instancias para completar la tarea con verdadera generosidad y visión de Estado.