Probablemente, la crisis económica que ya ha golpeado la puerta del hogar de muchas familias, durante este año seguirá esparciendo sus efectos en muchas más. Quizá causando apreturas o francas y angustiosas carestías. Tal vez, privando de trabajo y salario. O bien, haciendo inviable un negocio. Al menos provocando incertidumbre y temor.
Hay, entonces, que estar preparado. Y prepararse no es simplemente disponer los afectos para soportar un vendaval, sino pensar bien de qué manera se puede aprovechar la crisis en beneficio propio, de la familia y de la patria. Sin pretender ser exhaustivo, a continuación sugiero algunas vías que probablemente todos las tendrán presentes, pero aun así no está demás recordarlas:
1. Nuestros afectos, a veces algo desordenados, nos suelen llevar a ensoberbecernos cuando tenemos éxito en las cosas de este mundo, es decir, cuando todo marcha sobre ruedas y se dispone de una empresa o negocio o de un trabajo que, al menos, rinde para sacar adelante la vida más o menos cómoda a la que en general se aspira. Esa soberbia tiene como efecto directo el olvido de Dios. Cuando todo marcha bien olvidamos que, en último término, todo es prestado. Por eso, usamos y disponemos de todo cosas, tiempo, instituciones, personas como si fuera fruto de nuestro sólo esfuerzo y, por ello, además, propiedad ilimitada. Olvidamos agradecer, ofrecer y pedir. En dos palabras, olvidamos rezar. En este contexto, una crisis hay que verla como parte de la pedagogía divina que, permitiendo nuestro sufrimiento, nos conduce a recordar de donde venimos y a donde vamos. Hay que aprovechar la crisis para volver a rezar, para rezar más, con más fe y poniendo las esperanzas nada más que en Dios. Sólo rezando, cualquier esfuerzo que hagamos tendrá valor. "A Dios orando y con el mazo dando", debiera ser el lema de estos tiempos malos. Sin abandonar el esfuerzo, por el contrario, extremándolo, no hay que olvidar la primera parte del dicho popular: A Dios orando: "Hágase tu voluntad"; "El pan nuestro de cada día dánosle hoy". De esta manera pondremos la confianza en Dios y no en nosotros mismos o en la riqueza. Y poniéndola en Dios, podremos vivir sin inquietarnos por nuestra vida: "No os inquietéis por vuestra vida sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo sobre qué os vestiréis (
) Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? (
) Y del vestido ¿por qué preocuparos? Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan (
) Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?. No os preocupéis, pues, diciendo: ¿qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? (
) Bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura".
2. Se puede aprovechar la crisis, también, para estrechar los lazos de amistad, empezando por los familiares. En primerísimo lugar, debe ser la familia la que enfrente los problemas que sobrevengan. La falta de trabajo o el fracaso de un negocio no es problema de uno, sino del grupo familiar. Todos sus miembros están con el problema y todos deben salir de él, unidos y sin echarse culpa alguna por ellos. De esta manera, la crisis se transforma en una gran oportunidad para atender a aquellos que durante las bonanzas solemos dejar a la vera del camino. Es una buena oportunidad también para acercarse a los amigos: para pedir ayuda y, en consecuencia, para dejarse ayudar. La humildad crece. Y para los afortunados que vean pasar la crisis por delante de la puerta sin golpear, también existe la oportunidad de ayudar en silencio sin que la mano derecha se entere de lo que hace la izquierda, pues, a fin de cuentas, a los amigos se los tiene para ayudarlos antes que para ser ayudado por ellos. Se puede ayudar con bienes económicos, con ideas de negocios, con consejos, o simplemente, si nada de lo anterior puede darse, con compañía y afecto. La crisis nos permite crecer en caridad.
3. El tercer modo de aprovechar la crisis lo pienso especialmente para los más golpeados. Con las crisis hay costos de los negocios que bajan ostensiblemente. Uno de ellos es el costo de oportunidad del tiempo para quien ha quedado sin trabajo. Ese costo se va a cero. Cuando una persona tiene un trabajo que ocupa la mayor parte de su tiempo laboral si no todo y recibe un salario por él, mientras más alto sea este último tiene más costo para él iniciar cualquier otra actividad que le genere más recursos, pues lo más probable es que sea menos rentable que la que ya realiza. De allí que no estará dispuesto a dejar la primera ni a ponerla en riesgo para desarrollar ésta. Así, muchas ideas de negocio van quedando arrumbadas en el baúl de los sueños. La crisis económica, al abaratar ese costo, crea la oportunidad para desempolvar esas ideas y recoger la más conveniente, que, probablemente, tendrá que ser en la que el emprendimiento requiera de poco capital y donde la mano de obra del emprendedor sea el principal activo. Tendrá que ser un negocio que tenga buenas perspectivas de crecimiento, de manera de que, aunque no vaya a conducir a una fortuna, sí permita en un tiempo prudente sostener suficientemente las necesidades familiares. No hay que dejar de recurrir a los amigos para acopiar ideas de posibles negocios. Con una buena idea bajo el brazo, hay que vencer los temores y las vergüenzas el orgullo hay que botarlo a la basura, y salir a la calle a gastar suelas. Si en el primer punto poníamos el acento en la oración, en este tercero, el foco está en el mazo.
Entonces, si llegó la crisis, a Dios orando y con el mazo dando, y si se reza y se dan mazazos en unión con los amigos y la familia, tanto mejor, porque "os digo en verdad que si dos de vosotros conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre, que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".