Sarah Palin no descansa. La publicación del segundo libro de la ex candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos y musa del movimiento ultraconservador que enarbola la bandera del Tea Party promete mantener a la controvertida republicana en primera línea durante unos cuantos meses más. Con 'América de corazón: reflexiones sobre la familia, la fe y la bandera', la ex gobernadora de Alaska devenida en fenómeno mediático trata de reforzar -con mayor o menor fortuna- la imagen de política campechana y cercana al pueblo que alimenta desde su estreno en la escena política nacional durante la campaña electoral de 2008.
El libro, en el que reconoce su «predilección» por películas como 'Virgen a los 40' y critica a la izquierda del país «por demonizar a sus rivales», es solo uno de los proyectos en los que Sarah Palin se ha volcado en cuerpo y alma durante los dos últimos años para hacerse con el favor de un electorado que la idolatra y detesta a partes iguales. La madre amantísima que se fugó de casa para casarse con el amor de su vida ha cambiado las aburridas ruedas de prensa por encendidas intervenciones en platós de televisión, donde lo mismo explica una receta de cocina que habla de la reforma sanitaria o abronca en directo al ex novio de su hija Bristol por querer aparecer desnudo en una revista femenina.
Está claro que Sarah Palin no deja indiferente a nadie. Y ahí es precisamente donde reside su fuerza. Sus sonadas meteduras de pata sacan los colores a los republicanos y divierten a los demócratas, que la ven como una especie de caricatura de la derecha norteamericana más reaccionaria a la que temen por su «arrollador carisma» delante de las cámaras. El último episodio de esta fulgurante carrera mediática es la emisión en un canal de pago de su propio 'reality show', una suerte de «historia de aventura familiar» edulcorada en la que se muestra «a un ama de casa sencilla, amante de la familia y las actividades al aire libre» alejada de la imagen de mujer fría y calculadora que los medios demócratas proyectan de su opositora republicana. «La idea equivocada de que soy una diva me parece ridícula», protestó hace unos días.
En el primer capítulo de 'La Alaska de Sarah Palin' se puede ver a la ex candidata a la vicepresidencia pescando junto a osos, practicando la escalada o impidiendo que el novio de su hija Wilow entre al dormitorio de la adolescente. La ex gobernadora ha cruzado la línea que separa la política del espectáculo, consciente de que el voto del público puede darle el espaldarazo definitivo en su más que hipotética carrera hacia la Casa Blanca. Casos como el de Ronald Reagan o más recientemente el de Arnold Schwarzenegger demuestran que el mundo de la farándula puede tener tanto o más gancho que una inmaculada trayectoria política.
Audiencia millonaria
El éxito del primero de los ocho capítulos de la serie -fue visto por cinco millones de espectadores-, que engordará en más de siete millones de euros la pequeña fortuna amasada por Palin en los dos últimos años, hace pensar en una segunda temporada. Para el diario The Washington Post, el programa no es más que «un ejercicio de egocentrismo de la protagonista», aunque otros medios adivinan en el 'reality show' una orquestada campaña publicitaria para promocionar a la omnipresente republicana como futura candidata a la sucesión de Barack Obama. Lo que nadie puede negarle a Palin es el inusitado interés que despierta por todo aquello que dice o hace. Al margen del programa emitido por The Learning Channel, la política conservadora no solo ejerce como comentarista de la cadena Fox, con la que comparte ideología, sino que también frecuenta el plató de 'Bailando con las estrellas' -la versión estadounidense de 'Más que baile' y uno de los espacios de televisión más vistos de EE UU- donde su hija Bristol ha sido una de las protagonistas indiscutibles al colarse en la final gracias a los votos del público y en contra de la opinión del jurado.
Aunque todavía es pronto para que la musa del Tea Party desvele sus intenciones de cara a las próximas elecciones presidenciales, la ex primera autoridad de Alaska reconoció en una reciente entrevista que «sopesa» competir por el Despacho Oval. Palin también aseguró sentirse «frustrada» por la «descripción deformada y perversa» que hacen algunos medios de su persona. Una percepción que se ha empeñado en cambiar a base de horas y horas de televisión. De hecho, la ex gobernadora no oculta que se siente con posibilidades ante un hipotético duelo en las urnas con Obama. «Creo que podría ganarle», afirmó en unas declaraciones concedidas a la periodista Barbara Walters dentro de un programa que se emitirá el próximo 9 de diciembre en la cadena ABC.
Un enfrentamiento electoral entre Obama y Palin sería también un duelo de carisma, un terreno en el que el líder demócrata ha ido perdiendo enteros frente al empuje de la republicana.
