Opinión
Las debilidades de la izquierda parlamentaria
La larga permanencia en el gobierno también tuvo altos costos para los partidos de izquierda. Las figuras del sector que opinan en los principales periódicos sobre el futuro de la Concertación no son senadores, académicos o intelectuales, como en los países avanzados, sino ex ministros o altos funcionarios de gobierno integrados al mundo de la empresa privada.
Por Carlos Huneeus
La Concertación aspira a un quinto gobierno, un objetivo muy difícil de alcanzar porque es inédito, con las excepciones de Suecia, Alemania e Italia. El estado de los partidos y las dificultades del gobierno Bachelet tampoco lo facilitan.
Fue posible en esos países por la solidez de sus partidos, que les permitió ser el eje de las definiciones programáticas y de reclutamiento de sus ministros, y por la calidad de los liderazgos de los jefes de gobierno, que eran, además, presidentes de sus partidos.
Esa solidez de los partidos no se da en Chile. Con la excepción de la UDI, son débiles como organización y en su desempeño. Las directivas del oficialismo han adoptado decisiones equivocadas, reduciéndolas a máquinas electorales, pareciendo imitar a las colectividades de EE.UU. Chile tuvo una evolución democrática desde el siglo XIX porque tuvo partidos organizados. Reducirlos sólo a las elecciones, es destruirlos.
Los errores del PDC son conocidos, pero también el PS y el PPD están en dificultades. El conflicto en las elecciones internas del PPD condujo a la renuncia del senador Fernando Flores, acompañado de un diputado, y a la expulsión de uno de sus fundadores y presidente de la colectividad, Jorge Schaulsohn. Para frenar la sangría de militantes, la directiva de Pepe Auth, junto al PRSD, presentó una segunda lista en las elecciones de concejales prometiendo más votos y concejales para la Concertación. Fue una técnica electoral de corto plazo y significó una definición estratégica: quebrar a la coalición ante sus adherentes. Auth no logró lo prometido y la coalición tuvo una lamentable experiencia de competencia interna. Su decisión de proclamar la candidatura del ex presidente Lagos le permite desviar la atención sobre ese grave error y reafirma la prioridad de la técnica electoral, reafirmando las dudas sobre las funciones de un partido instrumental hoy.
El PS también está en problemas, pues la renuncia del senador Alejandro Navarro, el tercero de la Concertación en solo dos años, da cuenta de un conflicto más profundo, que la directiva de Camilo Escalona no ha enfrentado: las diferencias acerca de ciertas políticas económicas y estilos de gestión que priorizan los intereses empresariales, poniendo en un segundo plano su atención de los derechos de los trabajadores, la juventud y las mujeres, especialmente del mundo popular. La larga permanencia en el gobierno también tuvo altos costos para los partidos de izquierda. Las figuras del sector que opinan en los principales periódicos sobre el futuro de la Concertación no son senadores, académicos o intelectuales, como en los países avanzados, sino ex ministros o altos funcionarios de gobierno integrados al mundo de la empresa privada. La participación socialista en la CUT ha reforzado el carácter marginal de esta organización en el sistema político y su cada vez más debilitada influencia entre los trabajadores.
Aquí hay un nudo gordiano para el PS y el PPD: personalidades que son directores de grandes empresas, especialmente reguladas y españolas, ayudan al desarrollo de relaciones entre el poder económico y el poder político. Esta realidad irrita a los militantes de los partidos y despierta desconfianza en el electorado de la coalición, en un país subdesarrollado y con graves desigualdades económicas y sociales. El caso más llamativo es Jaime Estévez, ex presidente del BancoEstado, durante cuya gestión se concedió un crédito al grupo Luksic para adquirir el Banco de Chile y que fue nombrado director de éste inmediatamente después de abandonar el gobierno Lagos. Este banco integra el Administrador Financiero del Transantiago, cuyos graves problemas han requerido la ayuda económica del gobierno. Estévez, además, es director de Endesa, la principal empresa generadora del país, que impulsa, junto a Colbún, controlada por el grupo Matte, la construcción de cinco centrales hidroeléctricas en Aysén que le permitirán aumentar su poder en esta industria. Esto va contra la política energética de los dos primeros gobiernos democráticos, que buscó disminuir el poder de Endesa y Gener, y promover la entrada de nuevos actores. El presidente de Chilectra, vinculada a Endesa a través de Enersis, es Jorge Rosenblut, del PPD, un ex subsecretario del sector.
La primera tarea de la Concertación es explicar por qué y para qué busca un quinto gobierno. Se debe traducir en una propuesta sustantiva que refleje su arcoíris de partidos de centro e izquierda, que apunte a resolver los problemas pendientes, comenzando por "las escandalosas desigualdades", proponer medidas para separar el poder económico del político, que incluye estrictas normas para evitar los conflictos de intereses, y privilegiar el atender las necesidades de la mayoría. No puede concentrar sus energías en tácticas electorales, ni ignorar que sus partidos son débiles y han perdido electores, como lo demostró la elección municipal.
El PS y el PPD han llegado a una personalización de la lucha electoral que en el pasado caracterizó a la derecha, especialmente en 1958, que no la ayuda a superar sus problemas de liderazgo y de definiciones programáticas. Las tácticas electorales del PPD y el inmovilismo del PS y el PDC favorecen la candidatura presidencial y parlamentaria de la derecha. Las alternancias de gobiernos en Suecia, Alemania e Italia se debieron a la derrota de los partidos oficialistas, más que al triunfo de la oposición. Los partidos de la Concertación tienen que enfrentar esta difícil situación con respuestas efectivas y debieran ser apoyados en ello por el gobierno y por la presidenta Bachelet.