- La "discusión inmediata", con que recibimos el proyecto que otorgó un 4,5% de reajuste al sector público no permitió una reflexión profunda y detallada sobre la complejidad de los temas que involucra la administración pública, y con trabajadores movilizados con mucho esfuerzo a nivel nacional.
Me preocupa haber tenido que legislar sintiendo que hay un conjunto de trabajadores que tienen la sensación de que no son objeto del trato que se merecen, de reconocimiento a la función que cumplen en la sociedad. Pienso que este es un problema bien complejo y delicado.
Creo que no hay ningún país que se pueda desarrollar sin contar con una Administración Pública que se sienta orgullosa de sí misma, que la ciudadanía además la valore como tal. En esto un serio problema.
La política que hoy día se sigue está mucho más basada en la desconfianza que en el diálogo y en la búsqueda de acuerdos. En eso, hemos venido retrocediendo respecto de años anteriores. A inicios de la democracia se hizo un esfuerzo grande por generar mecanismos de concertación social, mecanismos de diálogo social que desgraciadamente se han ido perdiendo en la noche de los tiempos.
Hay una contradicción fundamental que no hemos sido capaces de resolver. Si uno analiza hoy día cuáles son las tareas de la Administración Pública y de sus distintos servicios, se va a encontrar con que el trabajo se ha multiplicado por varias veces, por dos, por tres o por cuatro. Esto se puede ver en la Administración centralizada, en el sector de la salud, en la vivienda, en la educación, en las universidades, en los municipios.
Hay, en consecuencia, una carga de trabajo que se ha multiplicado por varias veces. Pero no han ido evolucionando ni las condiciones laborales ni las remuneraciones de manera proporcional. Hay una brecha fuerte entre lo que se les pide a los trabajadores del sector público y lo que se les entrega como contrapartida.
¿Cuál es la realidad de fondo del sector público
Salvo excepciones, en el sector público chileno no impera el trabajo decente. Esa es la verdad: no impera el trabajo decente.
Lo que está establecido como norma permanente en la Ley de Bases de la Administración en el sentido de que el 80 por ciento de los trabajadores debe ser parte de las plantas y solamente el 20 deben ser parte a contrata o a honorarios, no se cumple en absoluto. Debe ser raro el servicio que cumple con esa norma. En general la norma es más bien lo inverso. Y cada año tenemos que autorizar a través de la Ley de Presupuestos para que la ley no se cumpla.
Es muy grave que el Estado no esté en condiciones de predicar con el ejemplo. Cuando el Estado hace ver las irregularidades que existen en el sector privado en materia laboral, la verdad es que lo hace con muy poca autoridad moral. Porque las condiciones que se practican en el sector público están muy lejos de los estándares de trabajo decente.
Hoy día se puede ser trabajador permanente en el sector público y ser pobre, por el nivel de remuneraciones. Una persona que sea cabeza de familia, que tenga dos hijos y que gane las remuneraciones de los últimos grados de la escala puede seguir siendo un trabajador pobre.
Lo que impera, como decía, es el trabajo precario, el trabajo a contrata, el trabajo a honorarios, muy lejos de los estándares establecidos internacionalmente respecto del trabajo decente.
Sin perjuicio de los avances objetivos no comparto la política general hacia la Administración Pública.
CONSULTEN, ESCRIBAN OPINEN LIBREMENTE
Saludos
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIMIENTO DE ONU
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