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Tuesday, January 06, 2009

"Es una manera de decirle a una persona te escucho"

DISCURSOS

"Es una manera de decirle a una persona te escucho"

Eli Saslow/ The Washington Post

Jon Favreau es quien ayuda a dar forma a casi cada una de las palabras que pronuncia el Presidente electo. Se conocieron por accidente en 2004, entonces tenía 23 años de edad

WASHINGTON.— Como este empleo lo obliga a trabajar de manera muy discreta, incluso cuando está a la vista de todos, Jon Favreau se instala en la silla de madera de un bullicioso Starbucks al norte de la Avenida Pennsylvania.

El plazo de entrega se acerca ya y tiene que escribir por lo menos media página antes de que termine el día. En medio del zumbido de la cafetera Favreau abre su computadora portátil, selecciona el documento titulado "borrador en bruto del discurso inaugural" y se pone a trabajar en el discurso más esperado en la vida de Barack Obama.

Durante la campaña, este joven de 27 años con la cabeza rapada ayudó a escribir y a editar algunos de los discursos más memorables para cualquier candidato presidencial.

Cuando Obama se mude a la Casa Blanca el mes próximo, Favreau se integrará a su gabinete como la persona más joven jamás elegida para ocupar el puesto de redactor de discursos.

"Su apariencia es la de un estudiante universitario a quien todos conocen como Favs, y es entonces cuando uno dice: Este cuate no puede ser de carne y hueso. ¿No es cierto?", dijo Ben Rhodes, otro de los escritores de discursos de Obama. "Y no tiene que pasar mucho tiempo para darse cuenta de que él está totalmente sincronizado con Obama. Tiene acceso a todo y a todos. Tiene mucho peso sobre sus hombros"

Especialmente ahora que Favreau y el resto de sus jóvenes asistentes comienzan una transición que va más allá de los nombres de sus cargos. Hace apenas tres meses, Favreau vivía en una casa que compartía con seis amigos de Chicago, donde muy pocas veces se rasuraba, nunca cocinaba y a veces se quedaba jugando videojuegos hasta el amanecer. Ahora se ha transformado en lo que un amigo llama toda una "fuerza política de Washington", una pequeña celebridad que ya depositó el enganche de un condominio en Dupont Circle, el viejo Washington.

Favreau cree que su transición irá bien si se enfoca exclusivamente a escribir, que es lo que lo ha metido a fondo en el discurso inaugural.

Se mantiene en movimiento mientras escribe para evitar entumirse. Va de Strarbucks a su oficina de transición sin ventanas, a su nuevo condominio de una sola recámara que tiene como único mueble un colchón sobre el piso de madera. A veces escribe hasta las tres de la mañana estimulado por tazas dobles de café express y Red Bulls. Y cada vez que se acerca el plazo de entrega, un discurso lo consume a tal grado que trabaja 16 horas seguidas y se olvida de lavar la ropa o de pagar sus cuentas pendientes. Él llama a eso "aterrizaje forzoso".

En noviembre, Favreau se encerró durante una hora en Chicago con Obama y con su asesor David Axelrod, como acostumbran hacerlo antes de los discursos importantes.

Obama le pidió que el discurso inaugural no se prolongara más allá de 20 minutos, y acordaron la temática, comentó Favreau: "se trata del momento actual y de la idea de que Estados Unidos se fundó en ciertos ideales que debemos recuperar".

Obama pidió que el primer borrador estuviera listo para el Día de Gracias, pero Favreau le explicó que tenía planeado tomar vacaciones y prometió entregarle el borrador unos días después.

Durante sus vacaciones, Favreau se envió correos a sí mismo a través de su BlackBerry mientras visitaba a sus amigos en Manhattan y hablaba de estructuras en la cena familiar del Día de Gracias.

Escuchó las grabaciones de discursos inaugurales pasados y se reunió con Peggy Noonan, la redactora de discursos de Ronald Reagan, para pedirle consejos. Uno de los asistentes de Favreau investigó otros periodos de la historia en que EU enfrentó crisis y otro se entrevistó con historiadores del calibre de David McCullough.

El mes pasado fue de carrerita al monumento a Lincoln y se detuvo de pronto al imaginarse el lugar donde tres millones de personas estarían escuchando algunas de sus palabras. Unas cuantas semanas después, Favreau se estremeció cuando el vocero de Obama, Bill Burton, le recordó: "Cuate, lo que estás escribiendo ¡será colgado en las salas de las casas de mucha gente!"

"Si te pones a pensar en todo lo que está en juego, la experiencia puede ser paralizante", dijo Favreau.

Hay veces en las que Obama hace bromas diciendo que Favreau es menos un escritor de discursos que un lector de la mente. Es alguien que lleva consigo casi a todas partes la autobiografía Los sueños de mi padre que Obama escribió en 1995 y que ha memorizado casi todo su famoso discurso del 2004 para la Convención Nacional Demócrata. Además ha logrado dominar el estilo de Obama al escribir frases cortas y elegantes, y ha internalizado la tendencia de su jefe hacia la reflexión y el equilibrio ideológico.

"El trabajo de Favreau se parece al de un ampayer de beisbol", dijo un colega y hace su trabajo con tanta destreza que nadie se fija en él. Escucha a Obama mientras cuenta historias en su oficina para luego transformarlas en metáforas bien desarrolladas y ricas en contexto histórico.

Cuando Obama pronuncia un discurso durante una gira, Favreau estudia la grabación y anota los temas que Obama alude para así poder refinar las tonalidades e integrarlas la próxima vez.

Después de cuatro años de trabajar juntos, Obama y Favreau han perfeccionado su proceso de escritura. Antes de redactar la mayoría de los discursos, Obama se reúne con Favreau durante una hora para explicarle lo que quiere decir. Favreau toma nota en su computadora portátil y hace un primer intento de borrador. Obama edita y reescribe algunas partes.

"Él es el mejor escritor", insiste Favreau.

Luego acostumbran hacer juntos las revisiones finales. Si Favreau se ve estresado, Obama lo tranquiliza.

"El Presidente electo sabe que Jon tiene un talento único. Sabe lo que tiene", dijo el vocero de Obama, Tommy Vietor, quien también trabajó en la oficina del senado. "Hay entre ellos respeto mutuo y aprecio, y el Presidente electo confía en los instintos y en la capacidad de Jon. Es una sociedad".

Se conocieron por accidente en 2004, cuando Obama acababa de ser elegido para el senado y necesitaba a un escritor de discursos. Llevó a Favreau, que entonces tenía 23 años, al comedor del senado para entrevistarlo en su primer día en el cargo. Hablaron 30 minutos de temas inocuos como la familia y el beisbol antes de que Obama se pusiera serio.

"Entonces", dijo, "¿cuál es su teoría sobre la redacción de discursos?"

Se hizo un silencio incómodo. Favreau, que acababa de graduarse de Holy Cross, ya había convencido a la gente que le abrió camino hasta la campaña presidencial del senador John F. Kerry en 2003, y se había convertido en un asistente de prensa que llegaba a la oficina a las 3 a.m. para recortar notas de los periódicos. Nunca tuvo tiempo suficiente para formular teorías. No obstante, Favreau miró a Obama y se dejó llevar por sus instintos.

"Un discurso puede ampliar el círculo de personas a quienes les preocupan estas cosas", dijo Favreau. "Una manera de decirle a una persona común que ha estado sufriendo: Te escucho. Estoy aquí. A pesar de que esté muy decepcionado y vea con cinismo, y con buena razón, las políticas del pasado. Decirle que podemos ir en la dirección correcta si tan sólo me dan una oportunidad."

"Creo que esto va a funcionar", dijo Obama.

Favreau trabajó más de dos años en la oficina del senado de Obama, antes de ir a Chicago para ayudar en la campaña presidencial.

Para el Día de la Elección, Favreau escribió dos discursos —uno en caso de ganar y otro en caso de perder—. Después que Obama se enteró de que había ganado Pennsylvania y de que esencialmente había amarrado la presidencia, llamó a Favreau para dar los últimos retoques a su discurso de la victoria.

"Esperemos que nunca más tengamos que pensar nuevamente en el otro discurso", dijo Favreau. Se pasó más de 18 meses cumpliendo plazos de entregas, permaneciendo despierto hasta las 5 a.m. durante la crisis financiera para preparar los discursos del día siguiente y despertando a las 8 a.m. para el monitoreo diario de las encuestas a las que empezó a llamar, "la grieta diaria".

Cuando dejó de tener presión, se comportó como un joven de 27 años, enviando bromas por correo electrónico a sus amigos desde las oficinas de Obama o jugando el videojuego Rock Band.

"Varias veces me llamó por teléfono a la medianoche, sonaba abatido", recuerda su mejor amigo, Josh Porter. "Decía cosas como: No sé si voy a poder seguir haciendo esto. Estoy harto. Empiezo a sentir pánico".

Pero también hubo momentos de euforia, cuando Favreau se reponía al manejar en una caravana de campaña o al ensayar con el escenario posterior de Obama. Antes de que entrara al Grand Park de Chicago en la noche de la elección, o al estar en la sección de gente muy importante en compañía de sus padres y de su hermano menor para escuchar hablar a Obama,

Favreau envió un rápido correo electrónico a Porter a las 9:07 p.m. El tema de referencia decía. "Mi cuate".

"Ganamos", escribió Favreau.

"Ay Dios mío."


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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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