Sábado 19 de Enero de 2008
Litigando con Perú
Hernán Felipe Errázuriz
El país ha asumido con serena unidad la reclamación peruana sobre territorios chilenos. El Gobierno ha convocado a opositores, independientes y a especialistas para sumarse a la defensa de la soberanía nacional. La cohesión y sobriedad debe mantenerse a lo largo de todo el proceso, que no terminará en esta presidencia; probablemente involucrará a las dos siguientes.
El litigio desencadenado por el Perú desconoce acuerdos internacionales e ignora prácticas convenidas y respetadas que fijan la frontera marítima en el paralelo del hito 1 del límite entre ambas naciones. Así lo estipulan claramente los tratados de 1952 y 1954, innumerables actas, mapas, prácticas y convenios de pesca, navegación, aeronavegación y de policía aplicados, durante más de medio siglo, por los dos y por terceros países. Existiendo un acuerdo limítrofe, los tribunales internacionales, en principio, son incompetentes para intervenir y no caben revisiones unilaterales.
El Perú sostiene que la frontera no está delimitada y que procede su definición por la Corte de La Haya. Aspira a que se apliquen otras normas del derecho internacional, distintas a lo convenido entre las partes.
En este, como en todo juicio, hay dimensiones políticas, riesgos, intereses, influencias externas y otros expedientes que trascienden a lo estrictamente jurídico. Estos aspectos obligarán a la Cancillería a realizar cambios importantes de gestión, con recursos suficientes y personal idóneo, con capacidad de coordinación y experiencia en lo vecinal.
Las partes se han comprometido a un juicio pacífico. Pero las conductas y confianzas cambian a partir de las demandas judiciales y tienden a complicarse. Además, el nacionalismo peruano es influyente y no es ajeno a las provocaciones: Ollanta Humala estuvo muy cerca de vencer al Presidente Alan García. Importante es el respeto de los peruanos al profesionalismo de su diplomacia, que ha urdido esta demanda por años, y relevante es la complejidad y astucia virreinal de esa sociedad, que se contrapone a la credulidad y simpleza que nos caracterizan.
El interés compartido es evitar que el desencuentro se salga de cauce. Para precaver los desbordes se requiere una mirada al futuro sobre el potencial conjunto y, especialmente, desarrollar los intereses bilaterales, instancias y convergencias entre las sociedades civiles y gobiernos de los dos países.
La litis está trabada, la posición chilena es muy sólida, los abogados deberán alegarla y los jueces resolverla. Lamentablemente eso no basta, hay que armonizar y abordar factores extrajudiciales, coordinar medios y precaver con prudencia eventos no deseados por las partes.
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