Vestir mal en Francia se considera antipatriótico. En el ADN de un parisino va implícito la exquisitez del savoir faire: que la excelencia visual parezca sencilla, no pretendida (algo tan fácil pero sublime como una mesa repleta de quesos y vinos o una camisa blanca de algodón).
Por eso se antoja tan injusto como absurdo pretender encontrar conexiones estilísticas (ideológicas) entre los aspirantes a ocupar el Elíseo y la mayoría de bárbaros que pasean actualmente por la península ibérica. Fillon no es Rajoy, Macron no es Rivera, Hamon no es Sánchez, Mélenchon no es Iglesias. Ni siquiera Le Pen es... Por eso cualquier crítica al atavío de un candidato francés que lean a continuación deben interpretarla como una minucia en comparación con lo que hoy sufrimos por estos lares. Por eso, si los vecinos logran derrotar a la fascista Marine Le Pen ya en la primera vuelta que se celebrará este domingo, yo en mi próxima vida quiero ser francesa (bueno, parisina).
Benoît Hamon
Es el más neutral (flojo) de los 5 principales aspirantes al Elíseo. Aunque la mujer del candidato del Partido Socialista, Gabrielle Guallar, trabaja para el grupo de lujo LVMH, Hamon prefiere enfundarse trajes de confección (según él, de Zara…) adquiridos en temporada de rebajas para demostrar su humildad política. Cuando Mélenchon, su gran rival entre el electorado de izquierdas, supo sus gustos estilísticos le reprochó que no comprara en las tiendas de barrio: ¡Zasca! ¿Problema? Pretender ser de izquierdas defendiendo el sistema fast fashion #incoherenciaideoestética
Jean Luc Mélenchon
Nada en su apariencia es casual. Cada pieza de ropa o accesorio lanza un mensaje. Desde la rama de olivo que se colocó en el bolsillo de su americana el Domingo de Ramos en un mitin en Marsella o la chaqueta Nehru que vestía al proyectarse como un holograma hasta el triángulo rojo con el que los nazis marcaban a los comunistas y que él luce siempre en forma de pin en las solapas. Sus camisas siempre son blancas inmaculadas, cuando usa americana es de tres botones (máxima de sofisticación) y le encanta enfundarse chaquetas de trabajador manual (con bolsillos grandes para guardar "las herramientas") como una forma de identificación con la clase popular. ¿Problema? Después de Trump, costará que la corbata roja simbolice de nuevo el socialismo de principios del s. XX #coherenciaideoestética
Marine Le Pen
A la líder del Frente Nacional le obsesiona que todos sepan que (ahora) compra en outlets. Convencida de que para alcanzar el poder toca disfrazarse y borrar cualquier huella xenófoba y de raíces antisemitas, Le Pen ha renunciado a que la fotografíen con prendas de reminiscencia marcial o como una amazona (caballo, látigo y botas altas). Su cambio de imagen busca encarnar a una fiel, inofensiva e incansable ama de casa pueblerina con trajes de chaqueta que la envejecen, melenas desaliñadas atadas con cutres coleteros, camisas de colores chillones, bisutería de los chinos y bolsos de mercadillo. ¿Problema? Se necesitan siete años para modificar una mala imagen. Ella ha pretendido hacer un cambio de look en tan sólo un año. #loboconpieldecordero
Emmanuelle Macron
En su época como banquero adoraba los trajes hechos a medida de Lagonda (entre 800 y 1200€). Durante su época de ministro de economía de Hollande, un joven le recriminó el elevado precio de sus outfits y Macron contestó: "No vas a asustarme por vestir una camiseta, para llevar un traje hay que trabajar". Ahora, en campaña, ha pasado a vestirse en Jonas & Cie (340 y 380€). Problema: ¿Qué vestirá (pensará, defenderá) si llega a ser presidente? #laindefinicióndelcentro
François Fillon
El pasado año la edición francesa de la revista GQ lo situaba en el número 15 de la lista de los 20 hombres mejor vestidos. Por supuesto, nutrir su armario con piezas clásicas de Arnys ayuda bastante en este aspecto. La exclusividad indumentaria en Francia, antes de la llegada del "populismo", jamás había sido un inconveniente -Le Corbusier y Mitterrand también consumían dicha firma-, el problema viene si se sospecha que esos trajes han sido un regalo de 40.000 € de un empresario y si en su programa electoral se empeña en defender un gran plan de austeridad. Si Pompidou los gastaba amarillos, el conservador destaca por sus calcetines rojos de Gammarelli (firma que trabaja para el Vaticano)... #loquenoquierasparatinoloquierasparalosdemás