Felipe Saleh
No será la primera vez que CasaPiedra se convierta por unas horas el cuartel general donde la élite se junta a intercambiar sonrisas y darse palmoteos. Ni mucho menos este evento será la primera vez que Edwards se mueve como un Papa que bendice a los que se le acercan. Un ejemplo de la ética del perdón que impregna a Edwards es el saludo afectuoso que intercambia con Oscar Guillermo Garretón. Hace más de 30 años este señor de talante inofensivo era la encarnación del demonio y Garretón encabezaba la avanzada revolucionaria, apoyando expropiaciones y empresas intervenidas como Secretario General del Mapu más radical.
El ministro y la periodista
Pero ahora ya no importan los colores políticos. No al menos a la hora de juntarse por un objetivo superior, altruista, resumido perfectamente en el pendón que anuncia el evento: "Paz Ciudadana, lo que todos queremos". Claro que si un exiliado criogenizado en esa época despertara en este salón, probablemente no entendería nada. Todos a su tiempo se toman unos segundos para dejar que Agustín los tome del brazo con cariño y les regale algo de atención.
Es la hora del cóctel y los invitados estelares han llegado. El ministro Pérez Yoma es de los presentes la máxima autoridad política, tanto que su guardaespaldas de civil ha llegado media hora antes para chequear el perímetro del lugar. Sebastián Piñera se distrae conversando con una caipirinha en la mano. Pérez Yoma también sostiene su pequeña audiencia con Agustín, pero dedica más tiempo a Pilar Vergara, directora de La Segunda. Ambos permanecen abrazados como viejos amigos, más tiempo del que recomienda el protocolo. Una periodista le pregunta al ministro "¿Por qué La Tercera lo sabe todo?, Pérez Yoma se da vuelta, no sabe qué responder y sigue tratando de hacerse escuchar en medio del bullicio que no deja oír nada. Porque las conversaciones importantes son a volumen bajo.
Ximena Torres y Carolina Urrejola son las mujeres a la moda en el evento. Conversan un rato con Juan Emilio Cheyre, que debe ser para una mujer, sexualmente hablando, lo mismo que una enfermera o una cadete vestida de uniforme para un hombre. Sobre todo porque un general nunca deja de serlo. Luego posan con Sebastián Piñera y Alberto Espina, claro que en esta ocasión es difícil precisar algún devaneo de orden sexual.
Los fiscales pequeños
Máximo Pacheco Gómez, antiguo militante DC, es otra figura que genera una actitud reverencial. Este señor tiene una mirada entristecida, como si ya hubiera dado todo por perdido. Se detiene a conversar con Alberto Cardemil y le pregunta por Piñera. El diputado RN sólo responde "está bien", fuerte eso sí, considerando que Pacheco usa audífono.
Minutos después, Orlando Poblete el rector de la Universidad de Los Andes, ex vocero de Pinochet, consumidor de gomina en grandes cantidades y envidia de quienes se entregan al cirujano plástico, comete un error que le puede salir caro. Sin darse cuenta pasa a llevar y desestabiliza al fiscal Alejandro Peña, que no sobrepasa el metro cincuenta, conocido por su estilo agresivo y frontal, que incluso le costó una sanción a instancias de la fiscal Solange Huerta, jefa de la zona Occidente, también presente y que con tacos llega al metro y medio. Si se tiene en cuenta la estatura de Sonia Rojas, fiscal de la zona centro norte, al verla pasear por el salón es posible resolver que la justicia en Santiago está contenida en frascos pequeños.
La mandíbula de Piñera
Pasamos al comedor. A los lados del estrado, donde el primero en subir es Agustín, hay dos pantallas gigantes donde pensamos que aparecerá un powerpoint con cifras o estadísticas. Pero mientras dura el evento sólo se ven marcas asociadas a la fundación como Lider, Ultramar, Banco Santander, Enersis, Falabella, Banco de Chile, Celulosa Arauco, Cmpc. En su discurso a bajo volumen, Edwards asegura que "hoy existen suficientes elementos para disminuir la delincuencia y el temor", alaba la encuesta de victimización que elaboran con Adimark hace 12 años, aunque no es posible ver la cara de Roberto Méndez frente a un reconocimiento tan explícito. Y por último menciona la "importantísima propuesta de modernización del Estado", el gancho de este evento, el proyecto que Pérez Yoma presentó en abril y que en vista del silencioso letargo que sufre en el Congreso, intentó relanzar aquí.
Luego fue el turno del director ejecutivo de la Fundación, Andrés Baytelman, un "hijo" de Carlos Peña y su enclave liberal que construyó como decano en la Escuela de Derecho de la Universidad Diego Portales, laboratorio desde donde surgió la reforma procesal penal. Pero que ahora está aquí, en este espacio transversal pero ciertamente más conservador.
Baytelman, a quien Piñera un rato más tarde llamará Felipe tratando de que le de un cigarro, refrenda con argumentos técnicos lo que dijo su jefe y le da el pase a Pérez Yoma. A esa altura el choque de la loza con los cubiertos da cuenta de lo exquisita que está la entrada de pastel de camarón con alcaparras, tanto que el ministro del Interior no sube al estrado hasta que termina de comerla. Está en la misma mesa que Piñera y al medio Agustín Edwards, como encarnación de la frontera entre lo público y lo privado, si es que eso existe.
La dicción de Pérez Yoma tiene unos chispazos que recuerdan al almirante Merino y su discurso no difiere mucho de los anteriores. Como todos los demás, repite lo que más puede el concepto "política pública" para que nadie crea que el gobierno está para hacer política, de la vieja, esa tan execrable que nos llevó al caos institucional. Alaba las ventajas de la reforma procesal y promete mejores planes de reinserción.
Piñera no puede contener la hiperkinesis, da un par de mascadas furiosas a su pedazo de pavo y mientras dura el discurso se ajusta varias veces la mandíbula con las manos. No queda claro si por los deseos irrefrenables de llegar al gobierno, o por otra razón de orden muscular.
En la ronda de preguntas Piñera aprovecha y se desquita: "Qué se requiere para ganar a la delincuencia y no seguir explicando por qué no ganamos, muchas explicaciones y pocos logros venimos llegando de Colombia con Espina y Allamand donde el presidente nos contó como redujo la delincuencia a la mitad".
Inmediatamente el subsecretario Felipe Harboe, defendió con cifras a su jefe, pero no contaba con que el auxiliar de Piñera sería algo más agresivo. Alberto Espina entra a escena: "Te quiero decir derechamente Felipe que no te tiran mucha pelota en el trabajo que haces y te lo digo con todo cariño".
Pérez Yoma con el micrófono cerrado rompe la amistad cívica que hay en el aire: "Te pasaste Sebastián, no era el minuto". Piñera no contesta y los ánimos sólo se enfrían cuando Agustín los llama a la calma. A la salida el ministro acusó al candidato de "proselitismo" y Piñera a éste de "no entender la democracia". Los acuerdos quedaron en el salón, por ahora.
Saludos
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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