El aborto, un brutal asesinato enmascarado
Octavio Roncero
¿Qué ocurriría si mostráramos el aborto en toda su crudeza? Indudablemente seria algo bueno ofrecer la verdad del aborto tal como es, fuera de las palabras que lo enmascaran todo. Estamos ante una realidad brutal: las palabras no dicen la verdad, al menos en su totalidad y así nos va por el mundo que andamos con mentiras o falsas verdades que es peor.
Hay que volver a la realidad de las cosas para poder decidir que es lo cierto y lo que es incierto. "Las palabras han perdido su sentido secreto" –he leído, de un novelista famoso, Hermann Hesse, en su obra "Siddharta"- y en el caso del aborto es una realidad total.
Hagamos una prueba: mostremos al mundo un documental de un aborto. Mostremos toda su disparatada crueldad. Veamos como, casi un niño, se retuerce de dolor para huir de la muerte que seres humanos como él, pero más crecidos, le están matando, con una crueldad inaudita, con un refinamiento que supera todos los horrores de toda la historia de la Humanidad.
Volvamos a los hechos, ya que no son suficientes las palabras. Hay que llevar al corazón de los hombres y las mujeres la crueldad refinada del aborto en toda su crudeza, única forma de poder decidir si seguimos abortando con toda naturalidad sin saber en realidad lo que es el aborto. Seamos valientes, o simplemente justos, y volvamos a la realidad, llevemos a nuestros ojos, a nuestro corazón, qué es en realidad el aborto. Veamos como se retuerce un ser que ha nacido para la vida y que queremos matarle con toda frialdad. A veces utilizando las torturas más refinadas, solo soñadas en las mentes más calenturientas, incluso troceando al ser que viene a la vida y que queremos eliminar, nadie sabe por qué, en qué parte de nuestro cerebro ha cabido semejante monstruosidad, ni con que derecho queremos acabar con un ser, hermano nuestro, que está viniendo a la vida.
Volvamos a los hechos, olvidemos, por una vez, las palabras y vayamos a la tozuda realidad de los hechos. ¿Pensaríamos que es algo baladí, intranscendente? Creo que no. Por eso, entiendo, que tenemos que llevar a toda la gente en qué consiste, en realidad, el aborto y para ello tenemos que contemplarlo en toda su crudeza, toda su disparatada crueldad. ¿Seguiremos pensando que somos seres humanos, que existe compasión entre nosotros, que estamos defendiendo los derechos más sagrados, como la defensa de la vida de un ser que está pidiendo vivir entre nosotros? ¡Existe una crueldad más disparatada, más fuera de la razón, en el mundo! ¡De verdad nos consideramos seres humanos! ¿Con qué derecho negamos al ser en desarrollo la vida? ¡Quiénes somos nosotros para arrogarnos semejante derecho? ¿Tenemos poder para ello? ¿Somos nosotros alguien para decidir si un ser humano en desarrollo debe morir, sin ningún dolor en nuestro corazón, sin que no sintamos un dolor profundo en nuestro mas íntimo ser. ¿Seguimos siendo personas después de haber aprobado el aborto?
Creo que hay que volver a los hechos, a la crueldad de los hechos para poder decidir, con verdadero sentido, qué es la realidad y qué no es la realidad. Recuerdo que ha habido una persona –y digo "persona"– que ha llegado a decir, sin que se produzca el más mínimo rictus en su cara, ni se haya muerto de repente, que "el feto es un ser vivo pero no un ser humano". ¿Tiene algún escrúpulo, años después? ¿Diría lo mismo hoy? Quiero pensar bien y creo que no.
Y, aquella ministra, de sonrisa fácil, que también contribuyó a la Ley del Aborto, ¿podría reír hoy de la misma forma desenfada que lo hacía entonces? ¿Puede dormir por las noches? ¿No existe algún escrúpulo en su corazón, algo así como un remordimiento de conciencia años después que la impida andar por el mundo como una persona, libre de toda responsabilidad? La verdad, quiero pensar que no.
Como digo, hay que volver a la realidad de las cosas. Hay que mostrar al mundo, en toda su crueldad, lo que significa el aborto, para entonces decidir, con conciencia, que no es una decisión de los seres humanos, que es algo que se escapa a sus posibilidades, que el hombre no es quien para matar, y menos a esos seres humanos por muy pequeños y desvalidos que estos sean…
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, www.analisisdigital.com.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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