Uno de los peores momentos de la Historia humana
Nota
Muchos ciudadanos, sorprendidos y asustados por lo que está ocurriendo, no se explican por qué el odio crece, la violencia gana espacios vitales, el mundo se degrada y los políticos, que deberían ser ejemplares y guías, se envilecen y procuran que la democracia perezca, que los pobres sufran cada día más y que la fosa que separa a los ricos de los pobres se agrande en un mundo desigual, injusto y sometido a un liderazgo vergonzoso e inícuo.
Hay muchas explicaciones: que si los valores se hunden, que si los políticos son una banda de canallas, que si hay poderes ocultos malignos que luchan por destruir el mundo... Sin embargo, la respuesta más simple quizás sea la más correcta: en la eterna lucha entre el bien y el mal, nuestro mundo ha abandonado a Dios y ese abandono abre las puertas al mal en todas sus facetas.
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La imagen de Bruselas llena de cadáveres, del terrorismo asesino desatado y del miedo que avanza calle a calle, casa por casa es sobrecogedora.
Estamos asistiendo a un espectáculo terrible, a una hecatombe de los principios y valores nobles que se mantuvieron vivos durante siglos y que sirvieron para frenar la codicia, la maldad y la violencia. El presente es uno de los peores momentos de la Historia humana. Y la causa principal del drama es que el Cristianismo, que generó el humanismo y la conciencia social en Europa y en sus zonas de influencia, está siendo asesinado y pierde peso en el planeta. Sin aquella conciencia religiosa y humanista que amparaba a los hombres y forzaba a los mandatarios a ejercer la bondad y el bien, sirviendo a sus semejantes, frenando también las tentaciones de violencia, dominio y opresión, el mundo se transforma fácilmente en un coto de caza donde los poderosos saquean y ensartan a los débiles, un mundo repugnante que despunta y empieza a apoderarse de nuestro futuro.
Sin el temor al castigo y sin una moral colectiva que crea en un Dios justo que castiga o premia, según las obras, ¿quien puede frenar la violencia, la guerra, el saqueo, la corrupción y el abuso de poder que estamos viendo practicar a muchos dirigentes políticos de nuestro tiempo? ¿Qué valores quedan en Rajoy, la Merkel, Hollande y la legión de burócratas que gobiernan Europa desde Bruselas después de haber abandonado el orgullo de ser un pueblo de Dios y una cultura modelada por los valores cristianos? Si abandonan el concepto de Dios, ¿Quien o qué nos impedirá robar, asaltar y exterminar?
Con el abandono de los valores humanistas y cristianos, los gobernantes ceden a sus ambiciones y pierden los escrúpulos, espoleados por pueblos necios que ya no luchan por sus derechos y que han perdido la única identidad que poseían (la cristiana), que les aportaba valores y les dignificaba. Sin respeto a las raíces cristianas de la cultura y la moral, sólo queda espacio para lo superfluo y se abren de par en par las puertas para la rapiña y la caza libre de los pobres y desprotegidos.
De alguna manera, la Europa de hoy, cada día mas alejada de la religión y de los valores cristianos de antaño, retorna a Nerón, a Calígula y al poder caprichoso y sin freno que prendía fuego a Roma y retozaba en los espectáculos de sangre y violencia de los circos, sin respeto alguno al ser humano.
Es cierto que todavía no ha llegado la Europa de los Rubalcaba, los Rajoy, la Merkel y Putin a esos extremos, pero están en el camino y ya avanzan con paso firme hacia el oprobio.
La Europa que se aleja de sus raíces es débil y ni siquiera es capaz de enfrentarse a sus predadores, a los internos, instalados en sus gobiernos, y a los foráneos, que llegan para sembrar las calles, plazas, auropuertos y estaciones de bombas con metralla para causar víctimas inocentes.
Los políticos y los financieros han descubierto que un mundo desprovisto de moral y de valores les pertenece a ellos por entero y, desde hace décadas, luchan por imponer el relativismo, el laicismo, el desprestigio de las religiones y el reino de la mentira, sabedores de que sus enemigos acérrimos, aquellos que les impiden ejercer el dominio sin límites, son la verdad, la decencia y la idea de una Justicia que premia el bien y castiga el mal.
Cualquier exégeta de los antiguos libros sagrados tendría hoy argumentos suficientes para vaticinar que el fin del mundo se aproxima. Los espectáculos de la violencia desatada, el abuso de poder, el avance de la pobreza, el dolor de los pobres, la injusticia y opresión que estamos viviendo, no sólo en los reinos dominados por el despotismo y la maldad, sino en la vieja Europa, portadora antaño de valores humanistas y religiosos de gran calado, pueden anticipar al Anticristo y la antesala del final de los tiempos.
Nosotros, sin embargo, a pesar de las espantosas apariencias que proyectan los dirigentes desalmados de nuestro mundo, creemos que el presente es sólo un momento especialmente duro y desgraciado de la Historia humana, en el que la Humanidad está siendo dominada por canallas y sinvergüenzas interesados en expandir un imperio sin dogmas, valores ni ética. La Humanidad ha vivido otras veces etapas semejantes, pero siempre ha logrado regresar a la cordura, aunque ese retorno a los cauces civilizados y decentes haya costado siempre grandes cantidades de sangre y dolor, porque los sátrapas y los malvados suelen resistirse como bestias a perder sus privilegios y a abandonar sus sucias e inhumanas conquistas.
Francisco Rubiales
Estamos asistiendo a un espectáculo terrible, a una hecatombe de los principios y valores nobles que se mantuvieron vivos durante siglos y que sirvieron para frenar la codicia, la maldad y la violencia. El presente es uno de los peores momentos de la Historia humana. Y la causa principal del drama es que el Cristianismo, que generó el humanismo y la conciencia social en Europa y en sus zonas de influencia, está siendo asesinado y pierde peso en el planeta. Sin aquella conciencia religiosa y humanista que amparaba a los hombres y forzaba a los mandatarios a ejercer la bondad y el bien, sirviendo a sus semejantes, frenando también las tentaciones de violencia, dominio y opresión, el mundo se transforma fácilmente en un coto de caza donde los poderosos saquean y ensartan a los débiles, un mundo repugnante que despunta y empieza a apoderarse de nuestro futuro.
Sin el temor al castigo y sin una moral colectiva que crea en un Dios justo que castiga o premia, según las obras, ¿quien puede frenar la violencia, la guerra, el saqueo, la corrupción y el abuso de poder que estamos viendo practicar a muchos dirigentes políticos de nuestro tiempo? ¿Qué valores quedan en Rajoy, la Merkel, Hollande y la legión de burócratas que gobiernan Europa desde Bruselas después de haber abandonado el orgullo de ser un pueblo de Dios y una cultura modelada por los valores cristianos? Si abandonan el concepto de Dios, ¿Quien o qué nos impedirá robar, asaltar y exterminar?
Con el abandono de los valores humanistas y cristianos, los gobernantes ceden a sus ambiciones y pierden los escrúpulos, espoleados por pueblos necios que ya no luchan por sus derechos y que han perdido la única identidad que poseían (la cristiana), que les aportaba valores y les dignificaba. Sin respeto a las raíces cristianas de la cultura y la moral, sólo queda espacio para lo superfluo y se abren de par en par las puertas para la rapiña y la caza libre de los pobres y desprotegidos.
De alguna manera, la Europa de hoy, cada día mas alejada de la religión y de los valores cristianos de antaño, retorna a Nerón, a Calígula y al poder caprichoso y sin freno que prendía fuego a Roma y retozaba en los espectáculos de sangre y violencia de los circos, sin respeto alguno al ser humano.
Es cierto que todavía no ha llegado la Europa de los Rubalcaba, los Rajoy, la Merkel y Putin a esos extremos, pero están en el camino y ya avanzan con paso firme hacia el oprobio.
La Europa que se aleja de sus raíces es débil y ni siquiera es capaz de enfrentarse a sus predadores, a los internos, instalados en sus gobiernos, y a los foráneos, que llegan para sembrar las calles, plazas, auropuertos y estaciones de bombas con metralla para causar víctimas inocentes.
Los políticos y los financieros han descubierto que un mundo desprovisto de moral y de valores les pertenece a ellos por entero y, desde hace décadas, luchan por imponer el relativismo, el laicismo, el desprestigio de las religiones y el reino de la mentira, sabedores de que sus enemigos acérrimos, aquellos que les impiden ejercer el dominio sin límites, son la verdad, la decencia y la idea de una Justicia que premia el bien y castiga el mal.
Cualquier exégeta de los antiguos libros sagrados tendría hoy argumentos suficientes para vaticinar que el fin del mundo se aproxima. Los espectáculos de la violencia desatada, el abuso de poder, el avance de la pobreza, el dolor de los pobres, la injusticia y opresión que estamos viviendo, no sólo en los reinos dominados por el despotismo y la maldad, sino en la vieja Europa, portadora antaño de valores humanistas y religiosos de gran calado, pueden anticipar al Anticristo y la antesala del final de los tiempos.
Nosotros, sin embargo, a pesar de las espantosas apariencias que proyectan los dirigentes desalmados de nuestro mundo, creemos que el presente es sólo un momento especialmente duro y desgraciado de la Historia humana, en el que la Humanidad está siendo dominada por canallas y sinvergüenzas interesados en expandir un imperio sin dogmas, valores ni ética. La Humanidad ha vivido otras veces etapas semejantes, pero siempre ha logrado regresar a la cordura, aunque ese retorno a los cauces civilizados y decentes haya costado siempre grandes cantidades de sangre y dolor, porque los sátrapas y los malvados suelen resistirse como bestias a perder sus privilegios y a abandonar sus sucias e inhumanas conquistas.
Francisco Rubiales
Fuente:WWW.VOTOENBLANCO.COM
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU(
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Santiago- Chile
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