"Republicanos y demócratas se han vuelto populistas"
Richard Epstein, uno de los académicos más influyentes del pensamiento libertario, tiene un discurso crítico: afirma que el populismo predomina en la política y plantea que los derechos sociales garantizados por el Estado esconden serios problemas. "Hay que ver quién paga la cuenta", es su advertencia."¿Sabes que yo conocí a Barack Obama?". La frase podría servir para carta de presentación de cualquiera, pero en el caso de Richard Epstein (71) no es lo que parece. Porque, más que una anécdota, resulta una paradoja que el actual presidente de los Estados Unidos haya coincidido con quien es hoy uno de sus más fuertes detractores en el mundo intelectual estadounidense. "Yo era decano interino de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago y él era un senior lecturer, que ahora es mi título en ese lugar. ¡Tenemos el mismo cargo!", remata entre risas.
El abogado es una institución entre los defensores de la desregulación y el rol mínimo del gobierno en la sociedad. Académico de NYU, Chicago y Stanford, y una de las figuras del pensamiento libertario, sus textos sobre propiedad y los límites a la acción del Estado contra los privados han marcado el debate en el derecho norteamericano. Columnista de Forbes y colaborador del Wall Street Journal, ha atacado sin cesar el nuevo plan de salud del gobierno estadounidense, el llamado "Obamacare". Pero el año pasado apuntó su mirada hacia otro campo, el de las cartas magnas.
La Constitución Liberal Clásica (Harvard University Press) es el libro en el que cuestiona a demócratas y republicanos por malinterpretar el texto y potenciar el área de influencia del Estado. Hace dos semanas vino a Chile invitado por el Instituto Libertad y Desarrollo para hacer la exposición inaugural de su nuevo auditorio. Su visión es pesimista: afirma que la ola estatista predomina hoy y que, más allá de que la derecha deba hacer notar las contradicciones, es difícil luchar contra lo que denomina como un modelo "populista" en el cual se explican los derechos, pero no las obligaciones.
-¿Por qué decidió abordar el tema de la Constitución en su último libro?
-Cada vez que empiezas a hablar sobre algún aspecto del problema político, resulta que se termina levantando otro problema. Ahí era cuando venía la pregunta: si tuviéramos una legislación perfecta, que cada vez que se impone una restricción pondere todos los costos, los beneficios, y se tomara la decisión correcta, ¿para qué se necesitaría el debate? Pero la razón por la que tenemos un debate es porque el gobierno, de hecho, es imperfecto. Y en ese punto, tienes que darte cuenta tanto de cuáles son las imperfecciones como de cuáles son las mejores estructuras para lidiar con ellas.
-Usted defiende un modelo de mínima intervención estatal. ¿Cómo ve la situación actual en su país?
-Pienso que ahora los progresistas están en control de dos formas: una, la obvia, es que tienen a Obama y, dos, a su partido. Pero los republicanos, en muchos temas, también tienen más inquietud de satisfacer a la mayoría de los votantes que en proteger los derechos de propiedad, por ejemplo. Estamos en una especie de círculo negativo. La pregunta es si se puede revertir. Y, en este punto, no está claro si los republicanos tienen una inteligencia sistemática que los lidere a pensar que se debe revertir esto si llegan al poder. Los republicanos se están volviendo populistas, y hay temas en que es imposible separar a ambos partidos.
-¿Como cuáles?
-El área de las hipotecas de vivienda está bajo una tremenda presión populista. Estados Unidos cayó en el negocio de garantizar las hipotecas de forma estatal, aunque éstas sigan siendo de prestamistas privados. Ellos saben que van recibir el pago, sea un buen préstamo o uno malo. Entonces, ¿para qué se van a molestar en hacer uno bueno? Gastan menos dinero y reciben al final exactamente la misma cantidad de fondos. Cuando el gobierno da una garantía, entonces, distorsiona completamente la conducta básica. Como ése, hay muchos temas muy serios: los demócratas se han vuelto populistas con respecto al área de trabajo y los republicanos respecto a los préstamos.
-¿Pero las ideas liberales pesan hoy a la hora de tomar las decisiones?
-No hay un partido que encarne la tradición liberal clásica, y no es un buen momento para ser un libertario en Estados Unidos. No es que no haya gente que tiene estas convicciones: es que incluso aquellas personas que se califican como conservadoras y tienen tendencias antigobierno o sospechan de su rol no tienen piso suficiente para oponerse, por ejemplo, a la fijación de un salario mínimo. Yo creo que un salario mínimo de 10 dólares con 10 centavos por hora probablemente tiene el apoyo de dos tercios o tres cuartos de la gente del gobierno estadounidense.
"NO EXISTE EL ALMUERZO GRATUITO"
Las visiones de Epstein pueden sorprender a quienes no saben sobre su trayectoria libertaria. En los últimos años ha cuestionado que algunos estados de EE.UU. no reconozcan como esposos a quienes han celebrado matrimonios gays, y se ha mostrado abierto a debatir en el tema de las drogas. Sin embargo, su fama se incrementó tras una serie de columnas donde vaticinó los problemas del Obamacare, el modelo de salud impulsado por Barack Obama. Hoy, además, advierte que el modelo latinoamericano de constituciones con derechos garantizados es una potencial "caja de Pandora".
-¿Cómo evalúa el Obamacare cuando ya van casi seis meses desde su implementación?
-Los efectos del Obamacare, como los estamos viendo ahora, son que en el corto plazo la cantidad de gente que no tiene seguro médico se está incrementando. Mucha de esta gente vio canceladas sus pólizas en medio de tratamientos de cáncer. Y el programa es tan complicado y caro que el mandato del empleador, que se supone que es la mayor parte del plan, ha sido pospuesto por dos años más. Y nadie sabe qué hacer en el plazo intermedio. A la gente le dicen que va a obtener beneficios, pero las cosas se están volviendo más y más complicadas. Obama piensa que mientras menor sea el desarrollo de lo privado y mayor el del gobierno es algo positivo, porque es lógico: los progresistas piensan que el gobierno lo hace mejor.
-Pero es una tendencia que es similar, por ejemplo, en Latinoamérica, que ha elegido gobiernos de corte izquierdista que proponen constituciones con derechos sociales garantizados.
-Tenemos que entender que el mundo es un lugar con recursos escasos. Cada vez que tú creas el derecho a algún recurso para alguien, hay una obligación correlativa en alguien más para que se cumpla ese derecho. Cuando tú empiezas a hablar de derechos sociales, la clave es que no tienes que mencionar cuál será la obligación. ¿Cómo podrías estar en contra del derecho a la vivienda, o a la salud, o a la educación? La seducción de ese tipo de derechos es tan grande que nunca vas a ser capaz de eliminarlos del discurso.
-Es algo sumamente popular…
-Todos quieren los derechos, pero la pregunta de cómo los financias es el tema que se disimula. Sólo dices :"Vamos a poner impuestos". Entonces, la pregunta correcta en estos casos es si el beneficio en la creación de estos derechos supera el costo de fijar nuevos impuestos. Si lo ves desde el lado de los beneficiarios, es fácil para la gente estar a favor de un sistema así. Pero después, cuando los tratas de llevar a efecto, resulta que no puedes tener el derecho a la educación, porque tienes gremios con derecho a hacer negociaciones colectivas contra el Estado, y eso hace la provisión de educación mucho más difícil. Por eso, yo siempre les remarco a las personas que si alguien está hablando sobre un derecho, es mejor que me diga cuál es la obligación correlativa que me va a traer.
-El nuevo gobierno chileno ha dicho que va a crear una nueva Constitución, con varios derechos garantizados. Son cosas que las clases populares o medias encuentran importantes, necesarias e incluso obligatorias. ¿Cómo argumentaría usted ante esas personas que podría ser una mala idea?
-Lo expondría con este ejemplo: no existe el almuerzo gratuito. Hay que darse cuenta quién va a pagar la cuenta por todos esos derechos y cómo se van a obtener los fondos. Y algo más: si todos van a tener derecho a una casa, ¿quién me va a decir a qué tipo de casa tengo derecho? Por ejemplo, ¿tengo derecho a una casa familiar con 280 metros cuadrados y cuatro baños? No: al final lo que termina ocurriendo es que se construyen casas paupérrimas porque la recaudación de impuestos no es tan grande como para hacer viviendas buenas. Y se daña al sector privado, porque en vez de hacerlos que construyan viviendas que generen más beneficios e ingresos, hacen las viviendas que les solicita el gobierno, lo que los termina haciendo más pobres.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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