Imagine que un día por la mañana, en el Afganistán o en Eritrea, se encuentra usted con una muchachita que se dirige a la escuela. Ella le dice cuánto quiere a su escuela y describe con entusiasmo su curiosidad por lo que hay allá arriba, en nuestra galaxia. Usted se percata de que la niña tiene suficiente confianza para imaginar que podría influir en cambios reales, y de que ansía aprender más. Su educación primaria le facilitará las herramientas necesarias para ser mejor y más informada como miembro de su familia, madre y contribuyente a su comunidad, pero usted queda convencido de que podría lograr más. A los 12 años, la niña tiene pocas opciones, o ninguna, para continuar su educación. De hecho, conocemos a esta niña y sabemos cuál es su futuro. No parece en nada semejante al de usted. Ella apenas tiene poder, y a largo plazo, ¿quién se beneficia de esta situación?
Es este precisamente el escenario que enfrentan demasiadas niñas de los países en desarrollo, especialmente en todo el Sur Global y de sectores de población desfavorecidos, como las personas con discapacidad y las poblaciones indígenas. Pero estas niñas no están solas. En todo el mundo, demasiados niños inteligentes de ambos sexos no tienen más opción que la escuela primaria y sus comunidades de origen. La sociedad pierde la oportunidad de aprovechar las posibilidades y las contribuciones innovadoras que pueden ofrecer estos millones de jóvenes de ambos sexos, aislados, marginados y carentes de poder. ¿Cómo podemos cambiar esta situación?
Más que cualquier otra cosa, este escenario mundial pone de relieve la dificultad de lograr que los países industrializados establezcan políticas de ayuda para el desarrollo, la escasez de prácticas de calidad en materia de educación e investigación en los países en desarrollo, y la necesidad imperiosa de que los especialista en investigaciones avanzadas de los países en desarrollo establezcan asociaciones con investigadores de las sociedades desarrolladas1. Al mismo tiempo, sitúa al programa de desarrollo, y en particular a la cuestión de la igualdad de género, en una posición singularmente decisiva y favorable para aprovechar oportunidades. Actualmente gana cada vez más terreno el criterio de que el acceso a talentos de todos los rincones del mundo, en particular de mujeres, es uno de los recursos naturales más importantes e inexplotados. Sin embargo, "el verdadero poder proviene de [la diversidad de ] mujeres y hombres que trabajan juntos y utilizan sus experiencias para resolver problemas complejos y acelerar la innovación"2. De hecho, la red de servicios profesionales Deloitte afirma que quienes superen ese reto en materia de talentos dominarán los mercados en el siglo XXI.
La contratación internacional de estudiantes, profesores, trabajadores muy calificados y ejecutivos se ha convertido en norma, debido a que los países tratan de obtener ventaja competitiva en un mercado mundial en extremo interdependiente e interconectado. Las ideas no conocen fronteras y el talento es móvil. El capital humano de calidad, o sea, las personas que tienen un buen nivel de instrucción, es lo que determina la excelencia y permite hallar soluciones, y constituye el pilar de una economía del conocimiento establecida.
Irónicamente, estas metas se contradicen con las actuales prácticas, que perpetúan la desigualdad de género e inhiben el adelanto de los países en desarrollo, con lo cual limitan el desarrollo y la libre circulación de los talentos. Salvo en unos cuantos países, la representación de la mujer en funciones de liderazgo es notablemente baja, incluso en las instituciones académicas, aunque sus calificaciones sean iguales o superiores a las de los hombres3. Si bien esto puede deberse en parte a diferencias y preferencias relacionadas con el género, los principales factores que contribuyen a que así ocurra son la discriminación por motivo de género, las diferencias culturales y las barreras institucionales.
En 2009, Newsweek International señaló que se otorgaron 1.000 becas de estudios en el exterior para estudiantes internacionales y 100 específicamente para estudiantes de países en desarrollo. También existen muchas becas destinadas a mujeres. No obstante, su número es muy insuficiente para reducir la brecha de género que afecta a las mujeres y para dar a estudiantes de países en desarrollo acceso a una educación superior de calidad, especialmente en los sectores de la ciencia y la tecnología. En particular, la representación de la mujer es sumamente escasa en el sector de la tecnología de la información (TI), el cual es parte integrante de todas las innovaciones de cualquier índole: social, cultural, tecnológica y organizativa4. El sector de la TI, junto con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, son disciplinas de importancia crítica para mitigar la pobreza y hacer frente a las cuestiones relacionadas con el cambio climático, la salud y la energía. Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU-Mujer, se ha expresado en forma enérgica y elocuente sobre todas estas cuestiones.
Los países en desarrollo y las comunidades vulnerables deben descartar el modelo clásico de desarrollo y preferir otro por el que se cree un entorno favorable no solo para resolver los problemas nacionales relacionados con la desigualdad y la injusticia social, sino también para establecer relaciones genuinamente multilaterales y mutuamente beneficiosas con miras a enfrentar las acuciantes cuestiones mundiales, obtener ventajas competitivas y crear economías estables. En otras palabras, al igual que las economías establecidas y las nuevas, las naciones en desarrollo tiene que crear una infraestructura para garantizar la sostenibilidad. A este efecto, necesitan establecer asociaciones para lograr una educación superior de calidad, investigaciones avanzadas y un programa integrado de innovaciones5.
La estrategia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) sigue ofreciendo la perspectiva clásica del desarrollo. En realidad, es eficaz para lograr el cumplimiento de los objetivos básicos para el 50% de los 7.000 millones de personas de la población mundial que viven en comunidades vulnerables. Aunque se han producido mejoras, es posible que muchos países, en especial del África Subsahariana, no cumplan los objetivos6. Además, si bien los ODM pueden haber galvanizado a los activistas y alentado al aumento de los presupuestos de ayuda … las promesas excesivas culminan en desaliento y pueden hacer que se reduzcan los partidarios de asociaciones a largo plazo con el mundo en desarrollo"7.
El principal punto débil de la estrategia de los ODM es que apenas contribuye a la creación de capacidad nacional para la innovación mediante inversiones en educación superior e investigaciones de calidad, especialmente mediante programas dirigidos a la mujer. Tampoco empodera a las comunidades para que promuevan su propio desarrollo. Además, no se han reconocido muchos de los avances que han hecho y están haciendo los países en desarrollo en relación con indicadores básicos del rendimiento que son fundamentales para el desarrollo y la innovación8.
Concentrarse en proporcionar educación avanzada a las mujeres y a los países en desarrollo y otras comunidades vulnerables permitiría alcanzar resultados muy importantes: la reducción de las tasas de natalidad, el apoyo a familiares y comunidades mediante envíos de remesas, aumentos de la productividad y el consumo y diversidad en la fuerza de trabajo, lo que daría lugar a ideas y productos innovadores. De hecho, se ha señalado que "existen correlaciones positivas entre los logros de las mujeres en la esfera de la educación y su capacidad para tomar decisiones informadas sobre diversos aspectos de la vida, entre ellos la salud, el matrimonio y la reproducción …hay una correlación positiva entre el nivel de instrucción y la productividad económica, el ejercicio de responsabilidad social y política y la autoridad para exigir el respeto de los derechos de las personas y los grupos"9. En los casos de inversiones a favor de la mujer realizadas por organizaciones y comunidades, los resultados han sido espectaculares y profundos, y han redundado en beneficio de todos10. Mediante el empoderamiento de la mujer para que asuma funciones de liderazgo en las disciplinas relacionadas con las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, se podrá hacer frente a la escasez mundial de mano de obra en las esferas fundamentales de la infraestructura, el desarrollo y la innovación.
La cuestión es si tenemos la voluntad política necesaria para movilizar un programa sobre igualdad de género y educación superior para la mujer. Hasta ahora, lamentablemente, la respuesta es negativa. No obstante, los tiempos pueden cambiar.
Es imperativo que los gobiernos internacionales y nacionales, las organizaciones no gubernamentales (ONG), la industria y los organismos multilaterales establezcan mecanismos de colaboración11, así como un nuevo conjunto de normas dirigidas a promover el desarrollo sostenible. En primer lugar, es necesario pasar de una estrategia de desarrollo tradicional y orientada a objetivos, a una estrategia de inversiones habilitadora y creativa que se concentre en los efectos. En segundo lugar, el principio de la igualdad de las mujeres y los hombres debe ocupar un lugar central en ese programa estratégico. En otras palabras, todos los programas deben beneficiar a la mujer con miras a crear igualdad y diversidad. El resultado ha de ser la creación de un dividendo mundial que proporcionará un máximo impacto, o GDM-I (Global Dividend for Maximum Impact).
Es preciso poner a disposición de las mujeres de los países en desarrollo oportunidades para el adelanto de mujeres y hombres con una perspectiva de innovación y de equidad. En ello radica el poder del dividendo mundial de máximo impacto, en constituir un enfoque innovador y equitativo que puede ayudar a lograr equilibrio, seguridad y estabilidad en las esferas ambiental, social y económica, y a explorar nuevas fronteras, como el espacio, las ciencias, el comercio, la historia y las relaciones en beneficio de todos. Un programa de innovaciones que mantenga invariablemente un enfoque estratégico sobre la mujer producirá de inmediato dividendos mundiales en la nueva economía basada en los conocimientos.
Una estrategia amplia para los países en desarrollo y las comunidades vulnerables dirigida a incrementar el número de mujeres que tienen acceso a educación superior de calidad, con especial hincapié en la investigación y la aplicación de los conocimientos mediante asociaciones con múltiples interesados, permitirá lograr un dividendo mundial de máximo impacto. Esto incluye los problemas crónicos que los ODM reconocen y abordan, pero para dar solución a estos problemas es necesario utilizar otros modelos financieros e innovaciones. Una vez que se haya cultivado a ciudadanos conscientes de las cuestiones mundiales, se hayan establecido redes mundiales comprometidas con la igualdad de género y la diversidad en la adopción de decisiones y se hayan proporcionado incentivos a las instituciones para que incluyan a mujeres en todas las funciones de liderazgo a todos los niveles de sus organizaciones, sobrevendrán las transformaciones vinculadas con el dividendo mundial de máximo impacto. Informar a las mentes jóvenes más brillantes y comprometerlas para que asuman un espíritu empresarial, sean creativas e inviertan en sus propias ideas mediante la colaboración dará lugar a nuevas soluciones. Colectivamente, estas iniciativas crearán sensibilización a nivel mundial, aprovecharán las incontables oportunidades e inteligencias de los países en desarrollo y tendrán repercusiones que cambiarán las vidas.
Una estrategia orientada al dividendo mundial de máximo impacto que complemente y mejore los ODM requiere mucha reflexión y consultas que no es posible abordar cabalmente en este artículo. No obstante, lo que se prevé es un plan de inversiones en la mujer y la educación superior en los países en desarrollo y otras comunidades vulnerables que abarcaría los siguientes componentes fundamentales:
- invertir en educación superior de calidad en universidades o mediante el aprendizaje en línea, y en institutos internacionales de investigación avanzada para no menos de 10 millones de estudiantes;
- proporcionar 100.000 becas internacionales para mujeres jóvenes que realicen estudios universitarios y de posgrado a fin de que cursen estudios en instituciones de educación e investigación de alta calidad;
- invertir en 100.000 becas de pasantía internacional móvil para estudiantes de países en desarrollo o de comunidades vulnerables, en materia de investigación y desarrollo profesional, en colaboración con instituciones y organismos de los sectores público y privado;
- alentar la formulación de políticas institucionales y la creación de incentivos para la igualdad de género en todos los organismos y programas de desarrollo, incluidos los donantes y los organismos multilaterales;
- organizar concursos para los estudiantes más dotados de todo el mundo a fin de que propongan soluciones creativas y aplicables para enfrentar los desafíos que plantea el desarrollo.
En todos los programas se debe garantizar la igualdad de participación de las mujeres. Los programas deben estar dedicados a los sectores de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, así como de la tecnología de la información. Debe alentarse a la industria, las ONG, las universidades y las fundaciones a que hagan contribuciones que se correspondan con las de los donantes, proporcionando por lo menos el 20% de la financiación.
Se estima que el costo de este plan sería del orden de 20.000 millones de dólares por año durante un mínimo de 10 años, es decir, aproximadamente la tercera parte del incremento de las inversiones propuesto en los ODM12.
La estrategia del dividendo mundial de máximo impacto proporcionará nada menos que un cuadro audaz y cada vez mayor de innovadores, o sea, un recurso que se necesita con la mayor urgencia. Tenemos a nuestro alcance colectivo una economía del conocimiento vibrante y global en la que mujeres y hombres de todo el mundo son conscientes de la diversidad cultural, social, tecnológica y geográfica que encierra el mundo.
Continuarán los desafíos, pero estarán compensados por las oportunidades. Con el tiempo, la construcción de infraestructura nacional combinada con el potencial de crecimiento reducirán la necesidad y el deseo de los estudiantes de viajar al exterior. Incluso puede que alienten a la diáspora a regresar a su país de origen, como ha ocurrido en las economías emergentes.
El momento que vivimos es difícil, pero potente. Es necesario que quienes ocupan posiciones de influencia la hagan sentir. El propio Secretario General Ban Ki-moon ha sido testigo del valor de las inversiones en educación superior realizadas en su patria, Corea del Sur. También ha presenciado las barreras culturales y sociales que enfrentan las mujeres con alto nivel de educación. En virtud del mandato de las Naciones Unidas, el Secretario General puede unir a todos los países y a una poderosa red de interesados influyentes y de ideas afines, como Cherie Blair en el Reino Unido, Jeffrey Sachs, Bill Clinton, Marissa Mayer y Bill Gates en los Estados Unidos, Zhang Xin en Asia, Graça Machel en África, Peter Singer en el Canadá y Dilma Rousseff en América Latina. Todos ellos juntos, y sumando a sus redes, pueden liderar los cambios necesarios para poner fin a la pobreza, fomentar la estabilidad mundial y avanzar en pos de nuevas fronteras. Esto puede hacerse acentuando el poder de las mujeres y proporcionándoles acceso a una educación superior de calidad.
Por lo menos, ese liderazgo debería proporcionar esperanza, oportunidad y opciones a la mitad de la población mundial. Esa muchachita del Afganistán o de Eritrea podría estudiar. Podría explorar nuestro planeta y lo que hay más allá. Podría incluso aportar avances en tecnologías de cibersalud por satélite a fin de contrarrestar la escasez de trabajadores sanitarios en regiones aisladas del mundo13. Podemos ver las oportunidades de que dispondría, pero es necesario que ella también las vea y que pueda aprovecharlas. Es algo posible.
Notas
1 Edmonds & Guebert, 2009, Nature 2008.
2 Pellegrino, D'Amato & Weisberg, 2011, pág.7.
3 Hausman, Tyson & Zahidi, 2011, Council Canadian Academies, 2011, Wilson, 2004.
4 Mayer, 2011, Morley, 2010.
5 Canadian Academy of Health Sciences, 2011; Nature, 2008.
6 Beynon & Dusu, 2010.
7 Clemens, M., & Moss, T. (2005). What's wrong with the Millennium Development Goals? Centre for Global Development.
8 Easterly, 2009.
9 Assié-Lumumba, 2006.
10 Pellegrino, D'Amato & Weisberg, 2011, UN News Centre, 2008.
11 Arnkil, Jarvensivu, Koski, & Piiranen, 2008.
12 Devarajan, Miller & Swanson, 2009.
13 Horsch, 2011.
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