PERSONAJES DECENTES: ENRIQUE MAC IVER
Por Iván López Zapata
Introducción
Enrique Mac-Iver está considerado como uno de los más brillantes tribunos que registra la historia nacional, aún cuando han existido opiniones sosteniendo que su forma de pensar y su conducta pública, estuvieron demasiado influidas por la posición que caracterizaba Manuel Antonio Matta, personaje a quien siempre guardó un especial aprecio y admiración. Sin embargo, es del caso consignar, que no parece que estén en lo justo quienes han insinuado ese carácter subordinado, ya que pensamiento y conducta de una persona, si bien se entretejen con los de otras alrededor de las vivencias en sociedad, los arquetipos nunca llegan al punto de despersonalizar a unos u otros. Y menos en el caso de Enrique, que poseía todo aquello que es propio de un hombre provisto de un riquísimo repertorio de capacidades y de erudición.
En efecto, Enrique detentaba una poderosa y libre inteligencia en la condición de motor que movía su proceder convertido en un vivísimo centro autónomo, lo que habitualmente lo hacía descollar como pensador, como crítico de ideas y como polemista, condiciones todas éstas que, al mismo tiempo, se encontraban acompañadas de un significativo rasgo de humanidad: practicaba la amistad con asiduidad y profunda entrega a los demás. Y por sobre todo, amó profundamente a Chile sin escatimar el precio personal que ello pudiera irrogarle.
Exponente de un profundo espíritu positivista, laico, demócrata y republicano, en todas sus actuaciones, fueran éstas en su vida personal; en el cuerpo de bomberos de Santiago al que perteneció cerca de 58 años y del que llegaría a ser Superintendente; en el Parlamento desempeñándose como diputado o senador; en la barra ejerciendo su profesión; al interior de su partido; o en la calle misma, Enrique obró con aquella independiente conducta que identifica a quien está convencido de la fuerza que constituye el soporte de las ideas y de las experiencias. Como corolario entonces, estuvo siempre y decentemente comprometido con la visión de mundo y con la táctica política que, estimaba, podían contribuír en mejor forma al progreso del país. Y las defendió e impulsó, con voz fuerte y clara, y con acciones directas y firmes.
En 1872 contraería matrimonio con la dama constitucionina Ema Ovalle Gutiérrez, nieta del ex presidente José Tomás Ovalle, de cuya unión después nacieron varios hijos.
Enrique no pudo terminar el último período que debía cubrir como senador, a causa del debilitamiento de su salud. Finalmente, falleció en su residencia de la ciudad de Santiago el 21 de agosto de 1922, a la avanzada edad de 78 años.
Su Primera Edad
Enrique nació en la localidad de Constitución el 15 de julio de 1845, como único hijo del matrimonio formado por el marino escocés Henry Mac-Iver -quien después de haber en naufragado en 1835 en las costas de Valparaíso se había radicado definitivamente en la localidad constitucionina-, y la dama residente de origen español doña Leonor Rodríguez Rodríguez.
Doña Leonor inició la crianza preescolar del pequeño Enrique con severa mentalidad de madre católica y, al cumplir éste la edad necesaria, lo envió a Valparaíso para que comenzara a recibir su educación formal en el colegio de los Padres Franceses. Siguientemente, dispuso que el nivel de humanidades lo continuara en el mismo centro de estudios con sede en Santiago, en cuyo lapso, la aguda inteligencia de Enrique comenzó a evidenciar un sentido crítico que contrastaba con la conservadora formación recibida durante su niñez en el hogar.
Ya en su adultez, Enrique a menudo comentaría a sus cercanos la anécdota de haber sostenido en este colegio una agria discusión con un profesor –el padre Juan- acerca de la Reforma Protestante, a partir de cuyo hito se iría alejando de la religión católica y, en la misma medida, acercándose a los preceptos del positivismo y del laicismo.
Su Juventud
En esta misma etapa y a causa de problemas económicos de la familia, debió suspender su educación humanística para comenzar a trabajar en una firma comercial, empleo éste que pronto debió dejar al enfermar de viruela. Acto seguido, volvió a la casa de sus padres en Constitución para convalecer allí cerca de un año.
Cuando mejoró, renovó su educación humanística hasta terminarla, y luego, continuó su fase de educación superior en la Universidad de Chile, donde se destacó como un brillante alumno de Derecho. Fue en este período de estudiante universitario que Enrique irrumpió en la vida pública. En 1868 comenzaría a frecuentar el Club de la Reforma, del que llegó a ser su secretario y al año inmediatamente siguiente, cuando había cumplido 25 años de edad, obtuvo el título de abogado.
Su Vida Intelectual
En 1868 -un año antes de recibir su título de abogado- y a ocasión de la bullada pugna de poderes suscitada entre el Parlamento y la Corte Suprema de Justicia, el pleno de estudiantes universitarios de la principal casa de estudios superiores escogió a Enrique en una terna de oradores para los efectos de que manifestara públicamente el repudio de los jóvenes al clima creado en el país por dicha controversia. La alocución de Enrique, se centraría en los temas de la autonomía del Poder Judicial y del rol vigilante que cabía a la juventud, que luego la opinión entendida llegó a comentar y a considerar como una notabilísima pieza conceptual.
En esta etapa de su vida ingresó a la masonería, donde después llegó a alcanzar la distinción de Serenísimo Gran Maestro, función que ejerció desde 1887 a 1894.
La actividad intelectual de Enrique se manifestó tambien en el plano de las comunicaciones. Se desempeñó como redactor político en varios periódicos de Santiago, tales como en "El Progreso" donde publicó el opúsculo "Los Partidos Políticos y el Parlamento"; en el diario de inspiración radical "El Heraldo" (1878); y en la "Revista Chilena".
Su Vida Política
Las aptitudes y voluntad de servicio público de Enrique, se constituirían en catapulta de su inevitable incursión en la política, como así también, en fuente que alimentara el reconocimiento y confianza social que le permitió llegar al Congreso por el prolongado lapso de ¡48 años consecutivos!
En efecto, como miembro de la tienda política que identificaba al radicalismo, ganó su primera presencia en la Cámara de Diputados para el período 1876-79, en representación de la circunscripción electoral de Constitución. Merece destacarse en este punto, un significativo detalle que retrata el profundo sentido de probidad en el ejercicio de las funciones públicas que Enrique observó rigurosamente durante toda su vida: como previamente su trabajo consistía en presidir el Banco Nacional, renunció a él antes de aceptar su candidatura al Parlamento. A continuación, fue reelegido para cubrir los períodos 1879-82 en representación del electorado de Talca; de 1882-85 en representación del electorado de Coelemu; de 1885-88 en representación del electorado de Copiapó y Caldera; y de los 4 períodos consecutivos que abarcaron desde 1888 a 1900, en representación del electorado de Santiago.
Paralelamente a sus funciones parlamentarias, entre 1881 y 1884, a Enrique le había cabido la responsabilidad de abogar por los intereses de Chile ante los tribunales arbitrales que se constituyeran para conocer y resolver sobre reclamaciones de los países vecinos del norte por actos de fuerza imputados a Chile durante la Guerra del Pacífico, litigios éstos que finalmente fueron muy bien resueltos para el interés de nuestro país.
Durante el mandato de Balmaceda, Enrique situó su posición al lado de la oposición y participó en la redacción del acta de remoción del presidente, instrumento éste que luego sería perfeccionado por Abdón Cifuentes. Estas circunstancias, lo obligarían a huir a Buenos Aires, para muy pronto organizar su regreso por Bolivia hasta Antofagasta, y de aquí a Iquique, donde colaboró en la organización de la Junta Revolucionaria. Después de la derrota de Balmaceda, Enrique volvió a la capital y fue reelegido diputado por Santiago para cubrir el período 1891-94.
Más adelante, el proceso que suponía la etapa que siguiera a la Revolución de 1891 había entusiasmado al país -y también a Enrique-, al punto de que el año 1892 éste aceptó que el gobierno de Jorge Montt Álvarez lo nombrara ministro de Hacienda, cargo que ejerció hasta el ´93, en cuyo ejercicio elaboró el proyecto de convertibilidad monetaria. Entre los años 1894 al ´95 ejercería el cargo de ministro de Interior, año este último en que volvió a ejercer como titular de la cartera de Hacienda.
Pero ponto quedaría en evidencia que la nueva estructura establecida, no respondía ni a las expectativas democráticas ni al espíritu libertario que se esperaba del gobierno parlamentarista. Ahora, el autoritarismo conservador de la víspera, había sido reemplazado por el despotismo liberal…
La crisis social que se había desarrollado en el país -y que a Enrique le parecía estar enraizada en una profunda distorsión de la ética-, hacia el mes de agosto de 1900 le haría pronunciar su más relevante discurso en una sesión ordinaria del Parlamento, realizada en el teatro El Ateneo de Santiago. En uno de sus pasajes más significativos, diría: "Voy a hablaros sobre algunos aspectos de la crisis moral por la que atravesamos, pues creo que ella existe, y en mayor grado y con caracteres mucho más perniciosos para el progreso de Chile que la dura y prolongada crisis material que todos palpan. Me parece que no somos felices. Se nota un malestar, que no es el de cierta clase de personas ni de ciertas regiones, sino de todo el país y de la generalidad de quienes lo habitan. La holgura antigua, se ha trocado en estrechez; la energía para la lucha por la vida, en laxitud; la confianza, en temor; las expectativas, en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen intranquilidad… En mi concepto, no son pocos los factores que han conducido al país hacia el estado en que se encuentra, pero sobre todos ellos, me parece que predomina uno sobre el que quiero llamar la atención, y que es probablemente el que menos se ve y el que más trabaja; el que menos escapa a la voluntad y el más difícil de suprimir. Me refiero ¿por qué no decirlo bien alto?, a la falta de moralidad pública. ¡Sí! A una falta de moralidad pública que muchos podrían llamar, de inmoralidad pública…"
La profundidad contenida en esta pieza de reflexión y las derivaciones de sus implícitos, a continuación abrirían en el país un hondo debate que se extendió hasta 1925, fecha ésta en que por fin se promulgara una nueva carta constitucional que sustituyó a la de 1833.
La presencia de Enrique en el Parlamento continuó como senador elegido para cubrir el período 1900-06 en representación de la circunscripción electoral de Ñuble, y con su reelección para los 3 períodos consecutivos siguientes que abarcaron desde 1906 a 1924, en representación de la circunscripción electoral de Atacama.
En la convención de 1906 del partido Radical de Chile, no obstante que Enrique alegara que el programa presentado por Valentín Letelier contenía una excesiva carga de "jacobinismo", perdió la centralidad de las ponencias que en ese torneo interno presentara defendiendo el marco de un socialismo más moderado.
Y a causa del conflicto con Argentina por el territorio Puna de Atacama que comprendía unos 80 mil kilómetros cuadrados, sometidos a arbitraje internacional hacia el final del siglo XIX, Enrique debió volver a participar abogando por los derechos de Chile, pero ahora con una clara desventaja inicial: había tenido éxito el lobby argentino para que tal arbitraje recayera en un funcionario afín a su interés. Fue nombrado William G. Buchanan, cuyo vínculo como embajador estadounidense en Buenos Aires, hacía evidente el rompimiento de la imparcialidad, por lo que al comienzo todo presagiaba una facilitación decisiva a la cesión total del territorio materia de litigio a Argentina. Pero el peso de la inteligente argumentación de la parte chile -representada por Enrique-, pudo sobreponerse a dicha limitante y, al final, redimió para Chile el 25% de dicho territorio (unos 20 mil kilómetros cuadrados).
Reconocimientos
Enrique sería objeto de muchos reconocimientos y homenajes, entre los que destacan aquellos que dicen relación con su nombramiento por parte del Cuerpo de Bomberos, hacia 1904, como Director Honorario. Después de su fallecimiento, su nombre fue recogido para identificar a una importante arteria vial de la capital, y en su localidad natal de Constitución, se levantaría un plantel de educación denominado Liceo Rural Enrique Mac-Iver. Así también, en la localidad sureña de Lautaro se levantaría una importante población popular que adoptó su nombre
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
CEL: 93934521
Santiago- Chile
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Por Iván López Zapata
Introducción
Enrique Mac-Iver está considerado como uno de los más brillantes tribunos que registra la historia nacional, aún cuando han existido opiniones sosteniendo que su forma de pensar y su conducta pública, estuvieron demasiado influidas por la posición que caracterizaba Manuel Antonio Matta, personaje a quien siempre guardó un especial aprecio y admiración. Sin embargo, es del caso consignar, que no parece que estén en lo justo quienes han insinuado ese carácter subordinado, ya que pensamiento y conducta de una persona, si bien se entretejen con los de otras alrededor de las vivencias en sociedad, los arquetipos nunca llegan al punto de despersonalizar a unos u otros. Y menos en el caso de Enrique, que poseía todo aquello que es propio de un hombre provisto de un riquísimo repertorio de capacidades y de erudición.
En efecto, Enrique detentaba una poderosa y libre inteligencia en la condición de motor que movía su proceder convertido en un vivísimo centro autónomo, lo que habitualmente lo hacía descollar como pensador, como crítico de ideas y como polemista, condiciones todas éstas que, al mismo tiempo, se encontraban acompañadas de un significativo rasgo de humanidad: practicaba la amistad con asiduidad y profunda entrega a los demás. Y por sobre todo, amó profundamente a Chile sin escatimar el precio personal que ello pudiera irrogarle.
Exponente de un profundo espíritu positivista, laico, demócrata y republicano, en todas sus actuaciones, fueran éstas en su vida personal; en el cuerpo de bomberos de Santiago al que perteneció cerca de 58 años y del que llegaría a ser Superintendente; en el Parlamento desempeñándose como diputado o senador; en la barra ejerciendo su profesión; al interior de su partido; o en la calle misma, Enrique obró con aquella independiente conducta que identifica a quien está convencido de la fuerza que constituye el soporte de las ideas y de las experiencias. Como corolario entonces, estuvo siempre y decentemente comprometido con la visión de mundo y con la táctica política que, estimaba, podían contribuír en mejor forma al progreso del país. Y las defendió e impulsó, con voz fuerte y clara, y con acciones directas y firmes.
En 1872 contraería matrimonio con la dama constitucionina Ema Ovalle Gutiérrez, nieta del ex presidente José Tomás Ovalle, de cuya unión después nacieron varios hijos.
Enrique no pudo terminar el último período que debía cubrir como senador, a causa del debilitamiento de su salud. Finalmente, falleció en su residencia de la ciudad de Santiago el 21 de agosto de 1922, a la avanzada edad de 78 años.
Su Primera Edad
Enrique nació en la localidad de Constitución el 15 de julio de 1845, como único hijo del matrimonio formado por el marino escocés Henry Mac-Iver -quien después de haber en naufragado en 1835 en las costas de Valparaíso se había radicado definitivamente en la localidad constitucionina-, y la dama residente de origen español doña Leonor Rodríguez Rodríguez.
Doña Leonor inició la crianza preescolar del pequeño Enrique con severa mentalidad de madre católica y, al cumplir éste la edad necesaria, lo envió a Valparaíso para que comenzara a recibir su educación formal en el colegio de los Padres Franceses. Siguientemente, dispuso que el nivel de humanidades lo continuara en el mismo centro de estudios con sede en Santiago, en cuyo lapso, la aguda inteligencia de Enrique comenzó a evidenciar un sentido crítico que contrastaba con la conservadora formación recibida durante su niñez en el hogar.
Ya en su adultez, Enrique a menudo comentaría a sus cercanos la anécdota de haber sostenido en este colegio una agria discusión con un profesor –el padre Juan- acerca de la Reforma Protestante, a partir de cuyo hito se iría alejando de la religión católica y, en la misma medida, acercándose a los preceptos del positivismo y del laicismo.
Su Juventud
En esta misma etapa y a causa de problemas económicos de la familia, debió suspender su educación humanística para comenzar a trabajar en una firma comercial, empleo éste que pronto debió dejar al enfermar de viruela. Acto seguido, volvió a la casa de sus padres en Constitución para convalecer allí cerca de un año.
Cuando mejoró, renovó su educación humanística hasta terminarla, y luego, continuó su fase de educación superior en la Universidad de Chile, donde se destacó como un brillante alumno de Derecho. Fue en este período de estudiante universitario que Enrique irrumpió en la vida pública. En 1868 comenzaría a frecuentar el Club de la Reforma, del que llegó a ser su secretario y al año inmediatamente siguiente, cuando había cumplido 25 años de edad, obtuvo el título de abogado.
Su Vida Intelectual
En 1868 -un año antes de recibir su título de abogado- y a ocasión de la bullada pugna de poderes suscitada entre el Parlamento y la Corte Suprema de Justicia, el pleno de estudiantes universitarios de la principal casa de estudios superiores escogió a Enrique en una terna de oradores para los efectos de que manifestara públicamente el repudio de los jóvenes al clima creado en el país por dicha controversia. La alocución de Enrique, se centraría en los temas de la autonomía del Poder Judicial y del rol vigilante que cabía a la juventud, que luego la opinión entendida llegó a comentar y a considerar como una notabilísima pieza conceptual.
En esta etapa de su vida ingresó a la masonería, donde después llegó a alcanzar la distinción de Serenísimo Gran Maestro, función que ejerció desde 1887 a 1894.
La actividad intelectual de Enrique se manifestó tambien en el plano de las comunicaciones. Se desempeñó como redactor político en varios periódicos de Santiago, tales como en "El Progreso" donde publicó el opúsculo "Los Partidos Políticos y el Parlamento"; en el diario de inspiración radical "El Heraldo" (1878); y en la "Revista Chilena".
Su Vida Política
Las aptitudes y voluntad de servicio público de Enrique, se constituirían en catapulta de su inevitable incursión en la política, como así también, en fuente que alimentara el reconocimiento y confianza social que le permitió llegar al Congreso por el prolongado lapso de ¡48 años consecutivos!
En efecto, como miembro de la tienda política que identificaba al radicalismo, ganó su primera presencia en la Cámara de Diputados para el período 1876-79, en representación de la circunscripción electoral de Constitución. Merece destacarse en este punto, un significativo detalle que retrata el profundo sentido de probidad en el ejercicio de las funciones públicas que Enrique observó rigurosamente durante toda su vida: como previamente su trabajo consistía en presidir el Banco Nacional, renunció a él antes de aceptar su candidatura al Parlamento. A continuación, fue reelegido para cubrir los períodos 1879-82 en representación del electorado de Talca; de 1882-85 en representación del electorado de Coelemu; de 1885-88 en representación del electorado de Copiapó y Caldera; y de los 4 períodos consecutivos que abarcaron desde 1888 a 1900, en representación del electorado de Santiago.
Paralelamente a sus funciones parlamentarias, entre 1881 y 1884, a Enrique le había cabido la responsabilidad de abogar por los intereses de Chile ante los tribunales arbitrales que se constituyeran para conocer y resolver sobre reclamaciones de los países vecinos del norte por actos de fuerza imputados a Chile durante la Guerra del Pacífico, litigios éstos que finalmente fueron muy bien resueltos para el interés de nuestro país.
Durante el mandato de Balmaceda, Enrique situó su posición al lado de la oposición y participó en la redacción del acta de remoción del presidente, instrumento éste que luego sería perfeccionado por Abdón Cifuentes. Estas circunstancias, lo obligarían a huir a Buenos Aires, para muy pronto organizar su regreso por Bolivia hasta Antofagasta, y de aquí a Iquique, donde colaboró en la organización de la Junta Revolucionaria. Después de la derrota de Balmaceda, Enrique volvió a la capital y fue reelegido diputado por Santiago para cubrir el período 1891-94.
Más adelante, el proceso que suponía la etapa que siguiera a la Revolución de 1891 había entusiasmado al país -y también a Enrique-, al punto de que el año 1892 éste aceptó que el gobierno de Jorge Montt Álvarez lo nombrara ministro de Hacienda, cargo que ejerció hasta el ´93, en cuyo ejercicio elaboró el proyecto de convertibilidad monetaria. Entre los años 1894 al ´95 ejercería el cargo de ministro de Interior, año este último en que volvió a ejercer como titular de la cartera de Hacienda.
Pero ponto quedaría en evidencia que la nueva estructura establecida, no respondía ni a las expectativas democráticas ni al espíritu libertario que se esperaba del gobierno parlamentarista. Ahora, el autoritarismo conservador de la víspera, había sido reemplazado por el despotismo liberal…
La crisis social que se había desarrollado en el país -y que a Enrique le parecía estar enraizada en una profunda distorsión de la ética-, hacia el mes de agosto de 1900 le haría pronunciar su más relevante discurso en una sesión ordinaria del Parlamento, realizada en el teatro El Ateneo de Santiago. En uno de sus pasajes más significativos, diría: "Voy a hablaros sobre algunos aspectos de la crisis moral por la que atravesamos, pues creo que ella existe, y en mayor grado y con caracteres mucho más perniciosos para el progreso de Chile que la dura y prolongada crisis material que todos palpan. Me parece que no somos felices. Se nota un malestar, que no es el de cierta clase de personas ni de ciertas regiones, sino de todo el país y de la generalidad de quienes lo habitan. La holgura antigua, se ha trocado en estrechez; la energía para la lucha por la vida, en laxitud; la confianza, en temor; las expectativas, en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen intranquilidad… En mi concepto, no son pocos los factores que han conducido al país hacia el estado en que se encuentra, pero sobre todos ellos, me parece que predomina uno sobre el que quiero llamar la atención, y que es probablemente el que menos se ve y el que más trabaja; el que menos escapa a la voluntad y el más difícil de suprimir. Me refiero ¿por qué no decirlo bien alto?, a la falta de moralidad pública. ¡Sí! A una falta de moralidad pública que muchos podrían llamar, de inmoralidad pública…"
La profundidad contenida en esta pieza de reflexión y las derivaciones de sus implícitos, a continuación abrirían en el país un hondo debate que se extendió hasta 1925, fecha ésta en que por fin se promulgara una nueva carta constitucional que sustituyó a la de 1833.
La presencia de Enrique en el Parlamento continuó como senador elegido para cubrir el período 1900-06 en representación de la circunscripción electoral de Ñuble, y con su reelección para los 3 períodos consecutivos siguientes que abarcaron desde 1906 a 1924, en representación de la circunscripción electoral de Atacama.
En la convención de 1906 del partido Radical de Chile, no obstante que Enrique alegara que el programa presentado por Valentín Letelier contenía una excesiva carga de "jacobinismo", perdió la centralidad de las ponencias que en ese torneo interno presentara defendiendo el marco de un socialismo más moderado.
Y a causa del conflicto con Argentina por el territorio Puna de Atacama que comprendía unos 80 mil kilómetros cuadrados, sometidos a arbitraje internacional hacia el final del siglo XIX, Enrique debió volver a participar abogando por los derechos de Chile, pero ahora con una clara desventaja inicial: había tenido éxito el lobby argentino para que tal arbitraje recayera en un funcionario afín a su interés. Fue nombrado William G. Buchanan, cuyo vínculo como embajador estadounidense en Buenos Aires, hacía evidente el rompimiento de la imparcialidad, por lo que al comienzo todo presagiaba una facilitación decisiva a la cesión total del territorio materia de litigio a Argentina. Pero el peso de la inteligente argumentación de la parte chile -representada por Enrique-, pudo sobreponerse a dicha limitante y, al final, redimió para Chile el 25% de dicho territorio (unos 20 mil kilómetros cuadrados).
Reconocimientos
Enrique sería objeto de muchos reconocimientos y homenajes, entre los que destacan aquellos que dicen relación con su nombramiento por parte del Cuerpo de Bomberos, hacia 1904, como Director Honorario. Después de su fallecimiento, su nombre fue recogido para identificar a una importante arteria vial de la capital, y en su localidad natal de Constitución, se levantaría un plantel de educación denominado Liceo Rural Enrique Mac-Iver. Así también, en la localidad sureña de Lautaro se levantaría una importante población popular que adoptó su nombre
Saludos
Rodrigo González Fernández
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