¿Cómo son y funcionan los lobbies en EEUU?
El lobby está tan arraigado en la cultura estadounidense como los rodeos:
En Estados Unidos hacer lobby o cabildeo es una práctica incluso protegida por la Carta de Derechos pues se considera una manifestación de la "libertad de expresión". El Congreso de este país elabora cada trimestre un boletín donde explica cuánto gastan los diferentes grupos de presión en intentar, y muchas veces lograr, que se legisle a su favor.
La democracia, en Estados Unidos, y en todo el mundo, está muy tocada por decirlo de un modo suave.
Están gobernando quienes más dinero tienen y gobiernan en función de sus intereses económicos, sobre todo.
El lobby se basa en el concepto de puerta giratoria. A un lado, la política; al otro, el sector privado. Y el lobbista entrando y saliendo de ambos. Todo buen lobby tiene en nómina a uno o varios ex políticos con buenos contactos en el Congreso y en la Casa Blanca. Y, si son de partidos diferentes, mejor.
El lobby es, de hecho, una jubilación dorada para todo político. Sino que se lo digan a Al Gore, la cabeza visible del lobby ecologista (que también es miembro de la junta directiva de Kleiner Perkins Caufield & Buyers, una firma con inversiones en las farmaceúticas BioCryst y Novavax, cuyas acciones han subido como la espuma con todo este embrollo de la gripe A).
Posiblemente en el imaginario colectivo al hablar de lobbista, se piensa en hombre trajeado, escondido en un sombrero y una gabardina, con un maletín de piel donde posiblemente guarda documentos secretos o fajos de billetes de 500 euros. Nada más ajeno a la realidad. Son profesionales como cualquier abogado, consultor, empresario...
Trabajar en un lobby no es fácil.
Para los empleados normales, los horarios y las condiciones laborales de un lobby de los más importantes son similares a los de una consultora de primera fila estilo McKinsey o un banco de inversión como Goldman Sachs. Es decir: brutales.
Un lobbista suele trabajar 12 horas al día cinco días a la semana, si tiene suerte y no se lleva trabajo a casa el fin de semana. Y, cada 15 minutos, debe rellenar una ficha explicando a su supervisor lo que está haciendo. A cambio, disfruta de un salario más que aceptable. Un becario cobra unos siete euros netos a la hora, casi el doble de lo que puede lograr en una consultora normal. Un asociado -es decir, un directivo medio- unos 70.000 euros netos al año. Un socio o un asesor -como Dole y Daschle- al menos 120.000 euros.
Nos perdáis este tráiler muy ilustrativo de la película "Gracias por Fumar" basada en las peripecias de un lobbista de la industria tabacalera:
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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