Sábado 17 de Diciembre de 2011
El ministro de Defensa, Andrés Allamand, provocó una polémica inconveniente con expresiones que inciden en el ámbito de la diplomacia, que no es su campo.
Podríamos coincidir —como sostuvo el ministro— en que el año 2012 no se presenta auspicioso para las relaciones con Perú y Bolivia. Pero, ¿qué año lo ha sido? Efectivamente, se anticipan ruidos por la proximidad del desenlace de la demanda del Perú ante La Haya, por la renovada influencia de sectores nacionalistas en el gobierno del Presidente Humala y por la Asamblea de la OEA en Cochabamba, propicia para que Bolivia aproveche su hospitalidad con el fin de propagar su reclamación de salida soberana al mar. De lo anterior, lo único novedoso —aunque probable por la trayectoria y círculo íntimo del Presidente Humala— es la incertidumbre por la creciente gravitación del nacionalismo peruano, que, por decir lo menos, se ha caracterizado por la animosidad en contra de Chile.
Sin embargo, todas estas consideraciones son interrogantes, y ninguna justifica la intervención pública del ministro, y menos concluir que "la tarea principal es mantener una capacidad de fuerza disuasiva muy preparada". La afirmación es varias veces lamentable: presume propósitos conflictivos del país vecino; puede ser interpretada como que nuestro poder militar se desvanece de no mediar amenazas; implicaría que existe un latente grado de peligro a la seguridad nacional, que merece mayores medios y preparaciones. Y lo peor es que desencadena desencuentros innecesarios con Perú, un vecino de la mayor importancia, con el cual hay densos lazos, valores compartidos y la decisión de sus gobiernos de superar conflictos históricos.
La inconveniencia de los dichos del ministro chileno se comprueba por la inmediata y obvia reacción del nuevo Premier y militar en retiro peruano, que replicó descalificando sus palabras y advirtiendo que Perú reforzará su fuerza disuasiva. También confirma el desacierto de las declaraciones ministeriales la polémica interna que provocó y que tiende a politizar las relaciones bilaterales.
Trasladar al ámbito castrense pronunciamientos públicos sobre las relaciones exteriores crea inconvenientes como los que han surgido de esta intervención. La diplomacia, las Fuerzas Armadas y las autoridades de la defensa nacional deben actuar coordinadamente en política exterior, respetando estas últimas el principio de que el manejo y la vocería de las relaciones internacionales corresponde exclusivamente al Presidente de la República y a la Cancillería. La diplomacia tiene sus propios canales, convenciones y un lenguaje diferente del militar. Uno está diseñado para practicar la cautela y el tacto, y el otro para la acción
Saludos
Rodrigo González Fernández
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