El empresario conocido por su museo, hotel y viña en Santa Cruz, en la Región de O'Higgins, lleva algunos días sin el intenso tratamiento por el cáncer al colon que lo atacó hace 7 años. Continuó capitaneando sus proyectos en Colchagua a pesar de los dolores y las más de 10 cirugías. En medio de la preparación de sus memorias que lanzará el 2012, cuenta su enfrentamiento contra la enfermedad.
Carlos Cardoen (69) es admirador de Steve Jobs, el fundador de Apple que murió la semana pasada producto de un cáncer al páncreas. "Fue un hombre inmenso para el mundo, la tecnología, la juventud. Peleó contra grandes consorcios y ganó sus luchas. Era un hombre que se atrevía a hacer las cosas y que tenía energía atómica", dice Cardoen.
Según el santacruzano, la diferencia entre el cáncer del inventor del iPad y el que padeció él es "que la lucha de Jobs no terminó en la vida". Cardoen libró su lucha teniendo casi todo en contra: le dieron poco tiempo de vida, el cáncer estaba muy avanzado y no podía salir del país a atenderse por la alerta roja que tiene Interpol para arrestarle si cruza la frontera (ver recuadro).
Cardoen responde en su iPhone llamadas telefónicas de su familia todo el día. A cada uno le dice de alguna forma distinta. A su hijo menor (13) le llama "Cardoencito". "En la familia somos muy cercanos, de hacernos cariño. Salimos juntos a alguna parte, un lote de más de 30 personas. Si no, pasamos las vacaciones juntos en Vichuquén".
Se ha casado 3 veces, tiene 8 hijos y 17 nietos. "El amor es el que une a las personas. Uno tiene que buscar ser feliz", dice mirando con ojos firmes que acusan parte de las operaciones que vivió producto del cáncer. Sin embargo, no se ve cansancio en ellos. Algunas manchas de piel le pintan la cara. Su pelo canoso lo ordena hacia atrás. La camisa blanca perfecta tiene algunas arrugas en el cuello, que evidentemente no le importan, como tampoco le interesa sus pantalones café, suéter café y zapatos café. Una chaqueta de cuero y lentes de sol de piloto, ganados por sus más de 41 años de experiencia en vuelo, le imprimen un estilo relajado.
Sólo 3 meses de vida
Para Cardoen, las enfermedades tienen un gran componente psicosomático. "La muerte de mi padre ha sido el dolor más grande de mi vida. Él y mi hermano se habían muerto y a los meses ya tenía cáncer". Esto, hace 7 años, según estima, pero le cuesta recordar las fechas.
Al día siguiente de diagnosticarle el cáncer que le provocó una metástasis al hígado, formó un equipo de médicos chilenos en la Clínica Las Condes. Le dieron 3 meses de vida. "¿Qué posibilidades tengo de sobrevivir?", preguntó en ese entonces. El doctor contestó que era muy complicado, pero si hacían las operaciones de inmediato "alguna pequeña luz de esperanza" se asomaba. "Y puse todas mis ganas por alcanzar esa luz. Me prometí que este cáncer desgraciado no me iba a matar y le puse para adelante".
Con esa convicción pasó dos operaciones relacionadas directamente al cáncer y más de 10 para controlar los efectos nocivos que le produjo la quimioterapia. Para asesorar el trabajo de los médicos nacionales, trajo desde EE.UU. al mejor médico especialista en cáncer al colon, el doctor Jaffer Ajani, director del MD Anderson Cancer Center, de la Universidad de Texas.
De los tumores que tenía en el hígado, uno se mantuvo a pesar de la quimioterapia. El doctor Ajani recomendó sacarle la mitad del hígado aduciendo que un 20% de las personas mueren en esa operación. Cardoen aceptó. "Mira, estoy lleno de cicatrices y no me importa nada", dice levantándose la camisa. Tiene cortes de arriba abajo que cruzan todo su estómago. "Te meten tubos por todo el cuerpo e incluso te hacen unos extras", dice riendo, recostado en una silla con los brazos detrás de la cabeza.
Desde la clínica, siguió involucrado con sus proyectos: aumentar la colección del museo y construir más piezas para el hotel. "Mi manera de recuperarme es la actividad", afirma.
Un día que estaba en la UTI, había algunas risas en la clínica que él escuchaba desde su pieza. Llamó a una enfermera. "Le dije 'Mire, mijita, o cortan las fiesta o me invitan'", dice entre medio de carcajadas.
Su recuperación
Sobre la chimenea de la Viña Santa Cruz tiene un lema "Disfruta cada día como si fuera el último, Carpe diem". "Para mí, la vida es un festín. Comparo vivir con cocinar, que me encanta. Cuando abro el refrigerador veo lo que hay y con lo que encuentre, mi desafío es hacer el plato más exquisito que sea capaz. Así, cada día abro el refrigerador de la vida, aprovecho todo y me lo gozo".
Cardoen cuenta que no puede decir que gozó el cáncer, pero sí que disfruta de todos los estados. "Mi pieza en la clínica era una fiesta. Yo estaba con todos mis amigos y con mi pañuelo hippie en la cabeza. Entre medio, llegaba una enfermera y me pedía permiso para ponerme la inyección y yo le decía 'póngala no más si acá estoy para ser salvado'".
Al día siguiente de salir de la clínica estaba manejando el auto. "Eso no es tomar con irresponsabilidad la vida, es tomarla con optimismo. Total, los doctores lo único que quieren es que estés vivo, para que les pagues la cuenta", bromea sin tapujos.
Sus energías las volcó en Santa Cruz por la imposibilidad de salir del país debido a que la Interpol tiene una alerta roja en su contra, por lo que lo arrestaría y llevaría a EE.UU. Por eso, hace 15 años instaló el museo. "Como tengo una filosofía de vida tremendamente práctica, no le voy a permitir incluso al poderoso país del norte que me amargue la vida".
"La idea es generar pasiones. Por eso el museo es tremendamente ecléctico. Tiene muchas cosas. Pero a algún cabro chico le voy a meter el bicho de la pasión por alguno de los temas. Y cuando generaste un hombre con pasión, por lo menos va a tener la actitud hacia la felicidad que lo va a potenciar. Por eso hago todas estas locuras".
Carlos Cardoen es agnóstico; sin embargo, hoy está enfocado en reconstruir la Parroquia de Santa Cruz, cuyo costo supera los US$ 2 millones. "La iglesia es un ícono de nuestro pueblo. Ahí se velaron los restos de mi padre, de mi hermano y está parte de la historia de Santa Cruz". Llamó a sus amigos empresarios para levantar el templo. "Pedir dinero para uno es una vergüenza, pero para la Iglesia es un privilegio", dice seguro.
La Fundación Cardoen es la propietaria del museo y de un 60% del casino de Santa Cruz; así, los ingresos que genere serán 100% propiedad de la fundación para que los invierta en cultura. Se espera que el 2013 la casa de juegos genere ganancias.
"Uno es administrador temporal de los problemas que producen tus activos. Uno no tiene un auto, tiene los problemas que da el auto. Por eso, lo que importa es ser feliz y ojalá hacer feliz al resto en ese proceso. Hay que viajar liviano en esta vida y por eso no soy dueño de nada".
Se nota que aún vive con alguna preocupación de que le brote nuevamente el cáncer. "Me dijeron que si no hay síntomas tras 5 años, la posibilidad de que vuelva la enfermedad es muy remota". Ya pasaron siete. "Estoy con los dedos cruzados. Los exámenes dicen que estoy sano y así me mantengo hasta nueva orden".
Recuadro :
"Espero disculpas del gobierno norteamericano"
Carlos Cardoen tiene una larga disputa con EE.UU. Cerca de 1976 crea la empresa "Explosivos Cardoen", registrando sus propias patentes y diseños. Vendió su firma tras 10 años a la inglesa "Imperial Chemical Industries".
En medio de la producción de explosivos, Chile entra en conflicto "con Perú y Argentina en 1978″, relata. Por la enmienda Kennedy, EE.UU. no podía vender armas a otros países. Como Chile necesitaba minas antitanque, el comandante en Jefe Augusto Pinochet llamó a quienes estaban relacionados con la producción de explosivos. Ése fue el comienzo de su empresa.
En la guerra Irak versus Irán entre 1980 y 1988, "Explosivos Cardoen" compite contra empresas de EE.UU. en venta de armamento. "Toda empresa de defensa estadounidense se volcó a abastecer a Irak. Llegamos con productos más baratos y nos ganamos todas las propuestas internacionales".
Eso despertó la atención de la competencia americana. "Sin mediar ilegalidad, las empresas de EE.UU. hicieron un despiadado ataque contra mi firma y contra mí personalmente. Como no tenían antecedentes para acusarme ni someterme a juicio, emitieron una alerta roja frente a la Interpol que los autorizaba a raptarme y enviarme a EE.UU. si yo salía de Chile, como lo han hecho con otras personas", va desgranando parsimoniosamente.
Ha tratado de volcar esta situación que lleva más de 20 años a través de vías políticas, diplomáticas y legales con los mejores abogados del mundo, sin resultados.
"Lo único que espero del gobierno norteamericano son disculpas", revela.
Fuente: El Mercurio
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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