Músicos y políticos
EL mejor remedio para la crisis de confianza es aprender a convivir con la desconfianza
- CONVIVIR CON LA DESCONFIANZA
El estado de juerga permanente que el imaginario colectivo asocia al mundo de la farándula acaba expulsando de los ambientes artísticos a los chicos y chicas más formales. Este tránsito hacia el lado menos oscuro es el camino que tomó en los años setenta el ex primer ministro británico Tony Blair, cuando, según sus propias palabras: "Me harté de todo el sexo, sordidez y puñaladas por la espalda del mundo del rock and roll; así que decidí meterme en política". Blair, que en Oxford había militado en una banda de rock llamada Ugly Rumours (rumores inquietantes), no tardó mucho en descubrir que la puñalada y la sordidez se dan también en política, aunque el cuchillo no lo empuñen sujetos con calaveras claveteadas en la frente ni aprovechados que deambulan por los cafés de Mulholland Drive buscando vírgenes para un casting, sino el peripuesto colega de escaño.
Que uno de los escándalos más relevantes que ha sacudido la sociedad catalana afecte al pulcro mundo de la música clásica despista a mucha gente. Que el expolio del Palau de la Música se haya ejecutado además ante la pasmosa pasividad de las administraciones no hace otra cosa que alentar rumores inquietantes sobre una hipotética complicidad de los partidos, ni que fuera por omisión, con los desfases contables de Millet y los suyos. En este país, que recela tanto de la cultura subvencionada como de la clase política en general, una inmoralidad como la del Palau proyecta una desconfianza que va a ser difícil disipar. Así lo ve algún responsable de institución cultural, preocupado por la posibilidad de que las empresas sean reacias a seguir asociando su imagen con el concepto de fundación, que –por injusto que resulte para la mayoría– estos días rima en los medios con corrupción.
Pero una consecuencia evidente del caso Palau, y de su coincidencia en el tiempo con el escándalo Gürtel, es que se eleva el tono de la crítica a los partidos. Vuelve a situarse en el epicentro de las desgracias a los políticos (pronúnciese con una p rotunda, como escupida, y exagerado énfasis en la sílaba lí), un uso peyorativo del término que hunde sus raíces en la transición y en la voluntad de denigrar la incipiente democracia de partidos. Se usa esta expresión como si los líderes políticos procedieran de un exoplaneta, y no de nuestros barrios, nuestras empresas o nuestras escuelas.
Restablecer la confianza será difícil. Tal vez sea más realista aprender a convivir con la desconfianza. En definitiva, como sugiere una cita de Wikipedia atribuida a D. Gambetta, confianza no es más que el sentimiento de poder creer a una persona incluso cuando sabemos que mentiríamos si estuviéramos en su lugar. Cierto, estamos todos de acuerdo en que Wikipedia no es fiable. ¿Pero es que hay alguien o algo que merezca nuestra confianza ciega?
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
Diplomado en Gestión del Conocimiento de la ONU
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