Las grandes transformaciones del mercado de trabajo en las últimas décadas han aumentado las tensiones entre la vida laboral y familiar y, en ese marco, todo el peso de este conflicto social es sobrellevado por las mujeres.
Las parejas masculinas, por un lado, y el Estado, por otro, tienen escaso o nulo involucramiento en este problema social.
Así lo revela el informe regional "Trabajo y Familia: Hacia nuevas formas de conciliación con responsabilidad social", elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El documento fue presentado ayer, en el Hotel Guaraní, con la presencia de representantes de la OIT, el PNUD, el Ministerio de Justicia y Trabajo y la Secretaría de la Mujer.
TENSIONES. Los cambios que han tenido lugar en la organización del trabajo y la producción, han incrementado las tensiones entre la vida laboral y familiar, explica el estudio.
Es así que ha aumentado la rotación laboral y la intensidad del trabajo, disminuyó la cobertura de la seguridad social y se incrementó el subempleo y el autoempleo, entre otros.
También señala las variaciones que se han producido en la organización interna de las familias: el tamaño medio de las mismas se ha reducido y las formas tradicionales dieron lugar a una gran diversidad, en la que se destacan los hogares con dos proveedores de ingresos (marido y mujer).
PROBLEMA CULTURAL. Sin embargo, pese a todos estos cambios, no se han producido modificaciones significativas en las concepciones culturales predominantes, que consideran que la reproducción es una responsabilidad de las mujeres y no una necesidad de las sociedades.
"Hoy las mujeres comparten con los hombres el tiempo de trabajo remunerado, pero no se ha generado un proceso de cambio similar en la redistribución de la carga de las tareas domésticas. Tampoco se ha producido un aumento en la provisión de servicios públicos en apoyo a estas tareas, por parte del Estado", explica Jane Hodges, directora de la Oficina para la Igualdad de Género de la OIT.
Esta sobrecarga de trabajo fuera y dentro de la casa, para las mujeres, genera también consecuencias negativas para las familias, al crear mayores dificultades para brindar atención adecuada a niños y niñas, según Hodges.
COSTO SOCIAL. El informe de la OIT identifica importantes ausencias y debilidades institucionales -en toda la región-, en cuanto a políticas dirigidas a abordar la relación entre trabajo y vida familiar.
Los costos de estas debilidades son altos, tanto en términos económicos como sociales, señala.
Es por ello que, para la OIT, las alternativas de solución deberían ser impulsadas, en primer lugar, por el Estado.
"Es responsabilidad de todos los Estados impulsar una conciliación trabajo-familia, con la adopción de leyes y reglamentos. Pero al mismo tiempo, los actores sociales, tanto las empresas como los sindicatos, deben discutir soluciones adecuadas", resalta Hodges.
A criterio de la representante de la OIT, se necesita un cambio de actitud en los hombres y mujeres en cuanto a la responsabilidad sobre la familia. "Y el Estado debe ser el primero en impulsar este cambio, con políticas adecuadas."
El informe busca promover una transformación cultural en torno a la idea de que los cuidados -la atención de los niños, la preocupación por los adolescentes o los adultos mayores- son una responsabilidad social y no solo familiar, ni mucho menos femenina.
ESCASOS BENEFICIOS SÓLO LLEGAN A LAS QUE TIENEN UN EMPLEO FORMAL
En las leyes laborales de la región, los beneficios para las mujeres se centran en aspectos muy específicos como el embarazo y la maternidad. Además, el acceso a ellos está restringido a las asalariadas formales. Así, se excluye a las mujeres que trabajan en la informalidad -la mayoría-, que son las más pobres y las que más necesitan de este tipo de apoyos.
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