Álvaro Bardón
Jueves 08 de Mayo de 2008
Menos impuestos, menos pobreza
En rigor, los impuestos son un robo a los trabajadores, que se ven obligados a pagarlos aunque se usen muy mal. Esto último es cada vez más común en nuestro medio y parece no tener remedio, por el enfoque dogmático clásico del socialismo, que considera pecaminoso nuestro libre gasto personal: es el Estado el que sabe lo que nos conviene; los ciudadanos somos tontones, porque no hemos tenido esa revelación "de clase" que ilumina a los marxistas y sus derivados.
Los impuestos son un despojo, pero si usted no los paga, lo van a perseguir y reducir a la fuerza para llevarlo a la cárcel. Del hurto o cartereo usted se puede defender, al menos algo, de alguna manera. Pero con los impuestos, ¡preso sin vuelta!, porque se ofende al Dios Estado, el único verdadero para los socialistas. Por eso, los impuestos siempre deben aumentar, y reducirlos es una herejía.
Después de llegar a un mínimo relativo hacia 1989, el gasto público viene subiendo sin que se conozca su eficiencia. ¿Qué grandes proyectos estatales ha habido desde 1990? ¿Educación? Algo más, pero de igual o peor calidad, excepto en el nivel universitario y técnico, donde se admitieron la gestión y la inversión privadas. En lo demás, puros funcionarios sin aumentos de productividad, aunque sí de los costos.
¿Salud? Un poquito más, pero con las colas y la mala atención clásicas del Estado benefactor.
¿Previsión? Es de esperar que no recaigamos en el quebrado sistema antiguo, que discriminaba contra los "obreros" y favorecía a los más pudientes. Cuando los socialistas hablan de volver al "solidario" sistema antiguo, dan ganas de hacer las maletas e irse. Así como cuando quieren "eliminar el lucro", esto es, el pago por el uso del capital en la educación superior. La orden parece ser que ésta no vuelva a crecer, y menos sin el control de los sabios socialistas pagados por el Estado. Es decir, debemos volver a una población de unos 90 mil universitarios, en lugar de los 600 mil actuales.
El mayor gasto público de los últimos 18 años es un desastre. Me atrevo a sostener que congelar dicho gasto aumentaría nuestro bienestar. Pero, claro, habría que flexibilizar el mercado laboral y la iniciación de actividades, para que aumenten el empleo y el ingreso de los pobres. En todo esto la Concertación no tiene política, quizás por considerar que la mayor tributación y el gasto público lo resuelven todo automáticamente.
Más que subir dogmáticamente los impuestos, habría que evaluarlos, redestinarlos hacia los más pobres y la inversión privada, crear exenciones tributarias para la beneficencia, flexibilizar jornadas, sueldos, trabajo femenino, infantil, etcétera. No puede ser que ahora prohíban ser pelotero, cuidador, arreglar jardines, empaquetar y otras tareas que tradicionalmente ha hecho la gente con baja calificación.
La flexibilidad laboral y productiva es clave para la erradicación de la pobreza, al igual que incentivar la beneficencia y las agrupaciones sin fines de lucro. Pero los socialistas quieren estatizarlo todo, desconfían de la libertad y son totalitarios; les gustaría terminar como la URSS y no como Estados Unidos.
Las regulaciones socialistas de jornadas, salario mínimo, indemnizaciones y tantas otras han hecho que en Chile trabajen unos dos millones menos que el equivalente de otros países. Esto, que explica la recurrente mala distribución del ingreso, no está tratado en "El Capital" ni en la teoría sobre la lucha de clases, así que resígnense a la pobreza, que es el resultado del constructivismo socialista y no del capitalismo libertario.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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