¿QUIÉN ERA VOLODIA TEITELBOIM?
Ha muerto Volodia Teitelboim, y ese hecho para más de la mitad de los chilenos que nació después del 11 de septiembre de 1973 probablemente no les signifique nada, al igual que una larga serie de personajes que contribuyeron a construir el país que hoy tenemos y que pueden circular por la calle sin que muchos los reconozcan.
Evidentemente para la subcultura comunista, Teitelboim no sólo es conocido sino que tiene la categoría de un semidiós. Diputado por un período (1961-1965) y senador hasta 1973; fue secretario general del PC, único partido en el que el secretario general es el que manda, desde 1989 a 1994; y, probablemente, la labor del plano político que más ayudó a la mitología fue la conducción por 15 años desde radio Moscú del programa "Escucha Chile", que a través de la onda corta -otro fenómeno ahora desconocido- permitía tener información sobre las violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar.
Aunque su dimensión más conocida era la política, Volodia Teitelboim aparentemente tuvo una mayor pasión por la literatura, como biógrafo y ensayista, áreas en las que tuvo más éxito, además de poeta y novelista.
En el Chile actual, sin embargo, sus últimas apariciones en las primeras planas provinieron del hecho de que su hijo Claudio, famoso científico responsable del Centro de Estudios Científicos de Valdivia, lo repudiara públicamente al descubrir, a los 57 años de edad, que era en realidad hijo del diplomático Álvaro Bunster, lo cual sirvió a la prensa farandulera, incluyendo la "seria", a especular con un asunto netamente privado con el fin de la morbosidad y develar las prácticas del PC, acusando a la colectividad de haber resuelto que no se supiera que la esposa de uno de sus principales líderes había tenido un romance durante un período de separación, del que se embarazó de Claudio Bunster.
La vida y la muerte de Teitelboim sirven para mostrar hasta qué grado ha llegado la desnaturalización de la labor pedagógica de los medios de comunicación, y si esa arista sirve de algo es probable que su existencia haya aportado más de lo pensado a la madurez del país.
Para esa mitad de chilenos que no vivió la ruptura del orden democrático y para quienes Allende y Pinochet son personajes de historias familiares contadas por padres o abuelos, Chile no tiene un pasado contado de forma fidedigna y desapasionada, y para las generaciones mayores de 35 ó 40 años de edad ese es un hecho especialmente delicado a la hora de avanzar en la construcción de un país que aún no cierra sus heridas ni deja de ensalzar a las figuras de un lado para vilipendiar a las del bando opuesto.
ANDRÉS ROJO T.
Periodista
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Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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