Como la propaganda puede lograr convencer al pueblo (1ª Parte)
Luis Fernando Morales Núñez
Estamos a las puertas de un periodo de atorrante propaganda oficial. Afirmo esto porque la osadía e inconstitucionalidad del Gobierno toma como una función propia, la propaganda del partido arena y los medios de comunicación colectiva, con excepciones muy pocas pero honrosas, reciben jugosos cheques de los dineros nacionales por adulterar información y mentir descaradamente a los sectores populares.
¿Y qué decir de la pinta y pega que ya comenzó el referido partido en los postes de las calles de San Salvador?
¡Como se ve que esos señores tienen pocas entendederas, pues ya la sociedad ha expresado por todos los medios posibles que pintarrajear muros, paredes, árboles y postes, en vez de promover simpatía y aceptación para el partido tricolor produce un efecto contrario: crea el rechazo y menosprecio del salvadoreño común.
El pueblo espera que los partidos paren ya esa costumbre incivilizada y troglodita, resultado de un instinto animal, especialmente de los canes, de marcar territorio. Los países civilizados hace ya mucho tiempo que suprimieron este inaceptable uso social de los colores o nunca lo han acostumbrado.
Son más eficaces otros tipos de propaganda, especialmente la que emplea la palabra, ya que esta es la droga más mortífera y a la vez más benéfica que existe.
El opio y el haschich parecen insultos ante la sicoterapia de la palabra.
Para un manejo adecuado y eficaz del recurso de la palabra oral o escrita, es necesario que los encargados de la propaganda electoral de los partidos conozcan los principios y leyes que ofrece la Sicología Social.
En primer lugar, ésta presenta la explicación del fenómeno de LA FALTA DE ACTITUD CRÍTICA en el individuo multitudinario: todo individuo inmerso en una multitud pierde siempre la capacidad para distinguir la verdad de la mentira; la certeza del error.
Por eso, los discursos vacíos o cargados de metáforas, comparaciones y otras figuras retóricas son más eficaces que los discursos sinceros, directos y llenos de verdades.
No se conquista a la gente por medio de la rectitud y sinceridad teórica pura.
Por este principio sicológico, por la castración causada por la matanza de salvadoreños de 1932 y por el terror y acomplejamiento que produjo la dictadura militar (1931 1992), el pueblo ha caído en un estado catatónico en el orden político; es decir, de indiferencia ante la situación económica, social y política del país.
Un segundo fenómeno es que la imaginación de las multitudes es IMPRESIONABLE. Esto se logra mediante el relato o la representación de hechos impactantes, como documentos, fotografías, cuadros o cualquier otra clase de íconos.
No impresionan los largos discursos teóricos o doctrinarios. Recuérdese el celebérrimo discurso del rey Licurgo de Esparta en la Grecia Antigua.
El pueblo espartano le pidió al rey que les hablara de la educación de los hijos.
El legislador les pidió un año para preparar el discurso. Pasado del año, le recordaron a Licurgo su promesa.
Y él les dijo:" Denme un poco de tiempo más
" y pasaron los meses
al fin, el rey convoca al pueblo al ágora (que era la plaza pública).
Silencio profundo en la multitud, el gobernante llegó majestuoso seguido de consejeros y sirvientes, quienes llevaban escondidos dos lebreles (perros de caza) y dos liebres.
Licurgo ordenó soltar la primera liebre y luego un lebrel que inmediatamente se abalanzó sobre la liebre y la desgarró
Gritos y sordo rumor de la multitud.
Luego el sirviente, a una señal del rey, soltó la segunda liebre y el otro perro, los cuales comenzaron a retozar y jugar
Gritos de júbilo de la multitud ¡viva el rey! Gritaba interminablemente el pueblo de Esparta.
El rey abandonó tranquilamente la plaza y regresó al pritaneo (palacio).
Jamás se ha pronunciado un discurso tan breve, pero tan eficaz e impresionante.
Similar al anterior fue el discurso de Marco Antonio ante el pueblo romano, al que enardeció presentando el cadáver ensangrentado de Julio César; la multitud frenética corrió a las casas de los asesinos, destruyéndolo todo, hasta acabar más tarde con ellos.
Entonces, la propaganda tiene que basarse en hechos espectaculares; es decir, acciones relevantes que interesen a un público o amplio sector de la sociedad.
Para lograr este efecto la propaganda oficial miente en la mayoría de los casos, pues aprovecha un insignificante e intrascendente suceso para agrandarlo y ponderarlo.
Para ello se valen de trucos de cámara a fin de ampliar grupos de personas, cuando en verdad sólo son tres o cuatro personas.
Las cámaras a lo feo lo presentan bello y se esconde lo que no conviene.
Así que no hay que preocuparse por los videos de grandes multitudes que presenta el partido oficial; son simples arreglos de cámara. El ángulo o perspectiva de una toma puede adulterar la realidad.
Esto debe saberlo el pueblo para no dejarse impresionar por una propaganda falsa.
Si hasta el gobierno de EE. UU. (La NASA) por ejemplo, ha presentado al mundo un falso aterrizaje lunar y un adulterado ataque a las torres gemelas del 11 de septiembre del 2001.
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Rodrigo González Fernández
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