Aprendamos la lección Andrés Zaldívar Larraín El país ha sido testigo de un debate político que no prestigia a quienes son sus actores. Si quisiéramos caricaturizar, podríamos decir que hay un desorden generalizado. A la Concertación, más bien podríamos llamarla "Desconcertación". Por su parte la oposición tampoco lo hace mejor. Es legítimo preguntar qué ha pasado en nuestra convivencia democrática. No sólo es legítima esta interrogante, sino que es necesario darle respuesta. El país no se merece el que actuemos irresponsablemente. Pocas veces hemos tenido la conjunción de tantos elementos positivos para lograr que Chile salga del club de los perdedores y se incorpore a las grandes ligas de los países que han sido capaces de construir sociedades donde marchan de la mano la estabilidad política, el desarrollo económico y el bienestar social, donde se derrota la pobreza, y la igualdad de oportunidades permite que se premie por los esfuerzos y méritos. Para erradicar este desorden generalizado, debemos convencernos de que Chile ha tenido éxito en muchos ámbitos, como se reconoce en diversos foros, principalmente porque hemos sido capaces de darle gobernabilidad. En estos 17 años hemos consolidado nuestra democracia, hemos tenido paz social, ha crecido nuestra economía, nos hemos abierto al mundo, hemos avanzado disminuyendo la pobreza y la indigencia. Nadie puede discutir que el Chile de hoy es diferente al de hace 20 años. Lo que se ha hecho es mérito de los gobiernos de la Concertación que han conducido el proceso, pero nadie puede negar que es mérito de todos, también de la oposición, del aporte de los trabajadores y empresarios, de la sociedad civil en su conjunto. Ha sido posible porque fuimos capaces de entender que para construir país había que abandonar la vieja tesis de la confrontación, que tanto daño nos provocó en el pasado, y asumir que, en el mundo moderno, el éxito se logra en la democracia de los acuerdos, donde se respetan las divergencias, pero se privilegian los consensos. Donde lo que importa son las agendas de país y no las agendas personales. Al parecer, tanto la Concertación como la oposición han olvidado que esa ha sido la pauta que nos ha hecho avanzar como país. La imagen es que todo se desordena; se hacen esfuerzos para corregir, pero al poco tiempo vuelve el desorden. Los principales liderazgos tratan de proyectar sus agendas personales y de ganar espacio en los medios de comunicación, mientras la gente ve que todo se transforma en controversia y que las soluciones a sus problemas quedan en suspenso. Lo que ha sucedido en el Transantiago es un ejemplo más. Todos están de acuerdo en que se ha cometido un grave error que hay que corregir. La gente, humillada, cada día reclama soluciones y no discusiones. Sin embargo, la respuesta es más bien seguir la senda del conflicto. ¿Por qué no nos sentamos sin cámaras ni micrófonos y vemos qué hay que hacer para que logremos una solución? Es necesario, y aún es tiempo, para que Gobierno, Concertación y Alianza se sienten a concordar una agenda de los temas de trascendencia nacional, como son: compromiso de un manejo fiscal responsable; lograr una reforma previsional que otorgue una protección social efectiva; plasmar una reforma que permita dar un salto significativo en calidad de la educación en todos sus niveles y que alcance a los sectores más vulnerables; medidas que profundicen las acciones que puedan garantizar la seguridad ciudadana; y acciones legislativas agresivas para aportar a una real desconcentración del gobierno apostando con confianza a la regionalización y a municipios fuertes y financiados, en los cuales se responda a las demandas cotidianas de los vecinos en materia de salud, educación y mejoramiento urbano. Si el Gobierno quiere tener éxito, tiene que encabezar esta acción. Si la Concertación quiere proyectarse, debe respaldarla. Si la Alianza quiere ser alternativa, debe intentarlo. El desorden, el conflicto, el pretender imponer agendas personales va en contra de todos, pero especialmente atenta en contra de la gente que espera que Chile tenga éxito. |
Rodrigo González Fernández
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