EL VALOR DE
Por Ricardo Núñez, senador por
Hay quienes sostienen que el valor instrumental y de representación de los partidos políticos se hace innecesario en un mundo donde el ciudadano tiene múltiples caminos o vías para interrelacionarse con el Estado.
Según esta tésis, dichos caminos se han facilitado notablemente por el surgimiento e incremento de los sistemas de comunicación promovidos por la revolución científico-tecnológica que no se detiene y cuyos avances ponen al alcance de millones de seres humanos la posibilidad de la interconectividad planetaria. El desarrollo de
El intento de despojar a los partidos políticos de su rol no es nuevo. El corporativismo que entusiasmó a importantes sectores de la dictadura pinochetista, probó ser un remedo democrático y en última instancia, su negación. De igual modo, la idea de conferirle a la sociedad civil roles propios de los partidos, como si aquella fuera una entidad con contenidos y límites claros y definibles, es errónea. Las organizaciones de la sociedad civil no pueden suplantar el rol de los partidos políticos. Ellas representan intereses diversos, a veces contrapuestos y a menudo los grupos más poderosos existentes en su interior tienden a arrogarse la representación de los demás, sin mediar decisión democrática alguna.
En consecuencia,
En este cuadro los partidos políticos requieren cambios muy profundos en el modo en que cada uno de ellos se relaciona con los diversos grupos, clases o sectores de la sociedad. Para cumplir con este papel, se requiere conferirle relevancia a los principios e ideas que informan su quehacer. Es en ellos donde radica esencialmente su credibilidad. Es en el cuerpo de ideas que conforman sus visiones de largo plazo, donde los partidos adquieren la fuerza de su convocatoria y logran la legitimidad necesaria para conducir los destinos de un país. De este modo, reivindicar a los partidos políticos y por ende a la política, aquella entendida como una actividad con sentido ético y moral, premunida de principios y valores, entendida como servicio público, que abre las puertas al progreso y al futuro, es esencial. No hacerlo, significaría retrotraernos a estadios del desarrollo democrático que la mayoría de la humanidad ya dejó en el pasado.
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