SISTEMA BINOMINAL Y DEMOCRACIA TUTELADA
Por senador Jaime Gazmuri, región del Maule, un interesante artículo que hay que leer con detención.Es una posición respetable y no la única en estas materias. Jaime, fue compañero de Colegio en el Verbo Divino y era muy bueno para el Fútbol.
El proyecto que pretende reponer el Presidente Lagos y su Gobierno, sobre reforma electoral es, en mi concepto, de la mayor importancia para nuestro ordenamiento democrático. Las reformas indispensables al sistema electoral son el tema de fondo y efectivamente significan una discusión política en un período electoral.
Somos la representación de la soberanía de la nación; somos el órgano legislativo; somos quienes establecemos las normas sobre las cuales la sociedad se construye. ¡Eso es la política!. Y cuando hay que hablar más de política -no menos- es en periodo de elecciones.
Sin embargo, cada vez que se plantean cuestiones políticas de fondo sobre las cuales hay controversia, la Derecha las elude. En algunas estamos de acuerdo; pero existen otras, reales y de fondo, en que no lo estamos, por ejemplo, respecto de nuestros regímenes político, electoral y laboral. Considero un escándalo para una sociedad moderna algunas prácticas laborales que se están empleando con los trabajadores de Chile.
Y si hay problemas de corrupción, los momentos electorales son grandes ocasiones para plantearlos. Pero esta tendencia sistemática a eludir el debate de las cuestiones políticas controversiales es lo que me preocupa.
Pero, ¿por qué esta insistencia tan permanente por mantener el sistema binominal? ¡Llevamos 16 años discutiendo este asunto!. Esta reforma la planteamos los partidos de la Concertación desde el momento mismo en que fue impuesta al país la Constitución de 1980. Estuvo siempre en todos los estudios de nuestros constitucionalistas durante el período de lucha contra la dictadura, y se ha reiterado en los tres programas de los Gobiernos de la Concertación, que han tenido mayoría en el país.
O sea, no puede decirse que estamos haciendo una discusión de última hora, o improvisado, como si al Presidente Lagos se le hubiera ocurrido esto en una noche de insomnio . ¡Llevamos 20 años planteándolo!.
¿Por qué tanta resistencia? Porque el sistema binominal es uno de los últimos elementos que formaron la arquitectura de la Constitución original de 1980. Más bien el penúltimo, porque el otro punto es el debate de fondo, que no hemos tenido, sobre este curioso sistema de quórum que estableció la Ley Fundamental de 1980. Esa discusión no se ha abierto aún y contradice toda la experiencia constitucional chilena anterior.
Entonces, cuando hablamos de modificar el sistema binominal, lo que estamos haciendo es sacar el último elemento constitutivo de una Carta -lo dijeron sus propios autores- que pretendió imponer al país lo que llamaban una “democracia protegida”, una “democracia tutelada”.
¿Protegida de qué? Protegida básicamente de las mayorías, protegida básicamente de los otros, protegida básicamente de los que no eran del núcleo central del poder sobre el cual se constituyó la dictadura. Por eso había un artículo 9º, producto del cual toda la Izquierda quedaba fuera del marco constitucional. Por eso los quórums. Por eso un Senado casi en su mitad designado por el Presidente de la República.
Por eso toda la arquitectura del tutelaje militar sobre el sistema político.
Todo ello, con el acuerdo del Congreso se ha venido desmontando. Ésa fue la reforma que concordamos el año pasado. Se desmontaron todos los sistemas de tutela militar sobre el ordenamiento político chileno. Pero todavía subsiste un sistema electoral, que puede ser discutido como todos los sistemas electorales del mundo (hay un debate universal sobre el punto), pues no existe uno perfecto.
Todo sistema electoral debe establecer un equilibrio entre dos principios. El primero dice relación a cómo se fortalece la formación de mayorías. Por ese motivo, en los regímenes parlamentarios se premia a la primera minoría. Cuando se dice: “Espectacular triunfo de Tony Blair y de los laboristas británicos: 42 por ciento en la urna, 60 por ciento en el Parlamento” es, precisamente, para fortalecer la formación de mayorías, que es un principio de buen Gobierno. Y el segundo principio que se debe establecer se refiere a cómo incluir la representación de las minorías, que no es fácil de equilibrar.
El sistema italiano era proporcionalmente perfecto y permitía la expresión casi aritmética de las minorías: un partido que lograba el 1,8 por ciento de la votación electoral, en un parlamento compuesto por 600 diputados, obtenía 1,8 por ciento de los escaños. Sin embargo, presentaba un problema: era muy difícil construir mayorías y los partidos pequeños podían convertirse en el eje del sistema político.
El sistema político chileno es el único en el mundo que dificulta la construcción de mayorías y excluye a las minorías significativas. Es un escándalo lo ocurrido en la última elección general: el 7 por ciento de los chilenos, en una Cámara Baja integrada por 120 Diputados, no tiene un solo Parlamentario.
Se le llama “izquierda extraparlamentaria”. Pero ésta no es de aquellas izquierdas extraparlamentarias europeas de los años 70, que no estaban en el Parlamento porque creían que había que destruirlo y colocarle bombas, como acontecía con los extremistas alemanes y los italianos. ¡No! Ésta es una izquierda extraparlamentaria que desea estar en él.
¿Qué sabiduría tiene un sistema político que excluye la representación de sectores importantes de la sociedad y determina que un 60 por ciento sea igual al 30 por ciento? .
Entonces, ¿por qué ese temor a modificar el sistema?. Por el atavismo conservador y autoritario, que es el temor histórico de las clases dominantes de nuestro país a la expresión de las mayorías. Esto es lo que más me preocupa en el debate, pues no se trata sólo de una discusión de técnicas constitucionales.
Permanentemente hay algo en la constitución de nuestras clases dominantes que hace que la mayoría siempre sea sospechosa. La expresión democrática plena constituye una amenaza todo el tiempo. Las nuevas fuerzas sociales y políticas que se han incorporado a nuestro país siempre han sido vistas como un peligro, desde el "León de Tarapacá", en 1920.
Siempre ha existido ese temor atávico a la manifestación de la democracia. Y, a mi juicio, eso es lo que tiene que romper esta sociedad. Porque en una democracia madura todos debemos sentir que podemos ser mayoría alguna vez y que es posible contar con un sistema que la refleje.
Me parece que nuestra sociedad ha crecido lo suficiente como para vivir en una democracia madura. Y una democracia lo es cuando no teme ni a los grandes acuerdos, que son indispensables para construir un gran país, ni tampoco al hecho de dirimir los desacuerdos por la vía democrática.
Considero que ése es el debate central que interesa al país, que es pertinente realizarlo en una coyuntura electoral, en lugar de hacer cierta disquisición -muy interesante, pero alejada del tema de fondo, real- vinculada básicamente con aspectos procedimentales.
Desde el Senado, el Senador Jaime Gazmuri, en un muy interesante artículo que hay que leer con detención.
Saludos Rodrigo González Fernández, parpolitic.blogspot.com